Relatos de verano (II)

Un poderoso olor a tierra mojada respira la mañana. A ciento cincuenta kilómetros al este, solo era un espejismo soñado en noches tropicales y treinta grados centígrados. Esta vez era real; percibió los aromas frescos de las plantas, el rocío bendiciendo tréboles, manrubios y acederas.

Impasible, el cigüeñal repite idéntico ángulo y cantar. La sabiduría de unos antebrazos que viene desde antiguo traza elipses de ida y vuelta. Herencia de ancestros sin rostro, mujeres recias y bisabuelos estoicos. El hombre, la calma, el agua. Cubo a cubo. Artesano del surco, de azada y hondón; de tornas y pozas. El aplomo rebosa el barro bajo sus pies. Unas plantas diminutas, certera promesa de frutos venideros. Cuidado, alimento, delicadeza, esperanza. La banda sonora del cuco y el ajo de las cigüeñas. Duermen las cigarras hasta el turno de tarde. Los silencios del lagarto y la ceguera de los topos. Interrogantes caprichosos de lunares y mariquitas. Las manos abiertas. La dualidad de los músculos y la delicadeza del alma.

Un impulso poderoso la desposeyó de sus límites. Sin esfuerzo, le imitó. Un huerto de tiempo. Una vida de tacto. Una ausencia poderosa, femenina, transmutada. ADN integrado, transformado desde su origen a donde es.

La profundidad de pozos sin fondo siempre acecha añoranzas.

Descalza, pisó la tierra, la humedad, la hierba, llegó hasta su centro. Presente continuo, compuesto. A su lado. En ella.

El manantial es ese hombre, su padre.

©Yolanda Jiménez (Relato y fotografía)

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2 comentarios (+¿añadir los tuyos?)

  1. juanpelaez
    Jul 18, 2023 @ 13:36:46

    Que bonito texto. Sugiere territorios y veranos, calores y familia… gracias

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  2. Begoña
    Jul 21, 2023 @ 19:55:26

    Que bello defines sentimientos, pensamientos,sueños, deseos, realidades…
    Sigue escribiendo para deleitarnos
    Un abrazo

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