¿El orgasmo es tan sólo el momento climático de la excitación sexual?
Se afirma en textos técnicos que los eventos y sacudidas que ocurren durante el orgasmo están encaminados y programados por la biología para garantizar la reproducción de la especie, pero la voz de la experiencia asegura que la sexualidad abarca un espacio físico, mental, emocional y espiritual bastante más amplio que la procreación. Por fortuna la naturaleza incluyó el placer en la canasta básica de las necesidades humanas y colocó la manzana de la pasión bajo las faldas del Monte de Venus, a la entrada del Jardín del Edén.
(C) Juan Peláez
Por consiguiente, es ocioso mencionar que muy pocas veces en la vida se sube uno al colchón del sexo con intención reproductiva. Ciertamente la mayoría vive trepada en sus fantasías sexuales 24 X 7 sin que su intención sea darle hijos a la persona con la que quiere sobre todo darse gusto.
Es más, en el deporte más penetrante del mundo, entre parejas heterosexuales, el embarazo no deseado es un factor de alto riesgo. Un fantasma, más temido por algunas y algunos que las mismísimas enfermedades venéreas, por cierto, mucho más frecuentes. Como siempre, prevenir es mejor que lamentar.
“Es más fácil meterse en problemas que salir de ellos” (Woody Allen)
“no salgas caliente a la calle” (Rocktor)
¿Por dónde le llega a cada cerebro el afán erótico? Quizá lo que se busca a través del sexo es únicamente el alivio de un apetito fisiológico guiado por el instinto, o la regalada gana de abandonarse al placer de los sentidos un rato y sin compromiso. Sin embargo, según la personalidad de cada quién, la experiencia sexual promedio incluye un recorrido por sueños, fantasías y laberintos psicológicos individuales, que plantean la alternativa de liberar hacia el amor o encerrar en la frustración a los viajeros genitálicos que abordan el coito.
El antes de que entre es siempre mucho más fácil de manejar que el después de que salió. Al final es cuando y donde se demuestra la autenticidad de la intención. Bien dice el dicho que palo dado, no hay dios que lo quite.
Además del derramamiento de semen y licores que lo acompañan, una buena cogida, o una serie de las mismas, en el mejor de los casos, enciende la luz interna que muestra la salida del túnel neurótico. Pero también una función frustrante puede generar un pantano afectivo y hundir en traumas tamaño psicoanálisis a quienes alimentan hasta la obesidad la proliferación mental negativa. Y bueno, embarazo o infección exterminan la pasión.
La persona se consuma y florece, o se consume y se marchita cada vez que se viene o se corre. El clímax sexual produce la evaporación de las ideas e inicia una fiesta o la guerra entre la expectativa y la percepción de la experiencia. Te encueras ante ti mismo y alguien más como testigo. ¿Estás lista o listo para espejearte sin Photoshop?
El orgasmo es un instante mágico que impacta a todo el organismo, afuera, adentro, arriba y abajo. Es nirvana al alcance de cualquier anatomía y de todos los cultos, incultos, puros o viciosos, ricos o sabrosos. Es la gran puerta democrática y natural para aterrizar de sopetón en el aquí y ahora, que es el terreno donde ocurre la vida real. Así como puede gustarte, puede que no… la intención cuenta mucho.
Por mencionar unos cuantos ejemplos de motivaciones que desencadenan deseos carnales, ahí van éstos, con y sin vaselina:
Obtener una ilusión efímera de dominio y poder sobre quien hace temblar las rodillas y pone a zozobrar el juicio; son las personas que no se vienen, sino se vengan.
Satisfacer la necesidad de consumar la entrega total a quien uno ama, para lo cual la mejor poesía está en la cópula.
Exteriorizar algún producto o fantasía de la imaginación erótica, materializar sueños o corroborar pesadillas.
Chocar de frente contra el sentido carnal de la existencia sin necesidad de consumir sustancias psicoactivas.
Desahogar alguna perversión en el cuerpo de la víctima o en carne propia.
Reafirmar la sexualidad personal, comprobar que se tiene sex appeal.
El cuerpo es el lugar donde se produce la alquimia. Existe el sexo glorioso, incluso tratándose de un polvo fortuito que dura una noche. Entre las múltiples manifestaciones representativas del placer orgásmico puramente físico, de carne y hueso, se conocen, entre otras:
Contracciones involuntarias de la cintura pélvica, que sólo se danzan a ritmo genital en festejos sexuales.
Activación glandular total; las personas se ofrecen para el sexcrificio bañadas “en su jugo”.
Desbordamiento de la cascada hormonal y de los neurotransmisores y demás químicos que circulan por el cuerpo manipulando desde el ánimo hasta los sentimientos.
Se apaga el pensamiento.
Se descarga el instinto.
Se recarga la batería del deseo.
Hay muchas maneras de sacarle provecho a los encuentros sexuales, que en su mejor versión resultan grandes aliados de la salud física, emocional y mental. Los orgasmos sacian apetitos animales y existenciales, ubican a las personas en el universo de las relaciones humanas íntimas, “resetean” el cerebro y generan la memoria indeleble que habita en la entrepierna de los usuarios y usuarias cuando han transitado por la ruta del placer supremo.
Sexualidad y sociedad: dos variables para una alquimia compleja que se mezclan dando lugar a múltiples interpretaciones. Comparto aquí un artículo sobre este tema
Por: Dr Hunbero Brocca (Rocktor)
La sexualidad es una de las funciones básicas del cuerpo humano y es, por encima de toda palabra que pueda decirse al respecto, el vehículo para la transmisión del amor. La sexualidad es el ejemplo vivo de que el placer que se comparte, se duplica. Pero hace falta integridad hasta para masturbarse, damas y caballeros.
En teoría el sexo podría proporcionar a sus practicantes el placer más luminoso; sin embargo, en muchos casos el deporte íntimo se convierte en fuente de frustración, culpabilidad, abuso, traumas psicológicos permanentes, perversiones y otras maldades. Esto es debido, al menos en parte, a que la educación para la socialización en muchas culturas incluye más deformación que información; más represión y depresión que diversión. ¿Por qué? En palabras de Wilhelm Reich: la supresión sexual es un instrumento esencial en la producción de la esclavitud económica.
Juan Peláez (Lápiz sobre papel)
La publicidad promueve ideas paradójicas que invaden la mente con prototipos metrosexuales y cool, que inducen a pensar cosas tales como: «güey, da lo mismo con quién sea, güey, dónde sea y cuándo sea, güey. Cero compromisos y nos amanecemos». ¿Cómo aspirar a la libertad en un mundo de esclavos? ¿De qué sabor es el sexo en este gran shopping mall social?
Para conveniencia del sistema, han creado ese fantasma que hurga en todo Facebook, donde se fomentan vía medios y redes sociales la vanidad y el egoísmo, taras humanas que pretenden ocultar inseguridades sin conseguirlo. Si se les cede el gobierno de las relaciones a las actitudes de uso y abuso, sacrifica uno su capacidad emocional y rebota su afecto en un espejo cualquiera, en un selfie. La mercancía que recibe a cambio es frustración. Negar la vulnerabilidad propia es un acto de cobardía.
El sexo amoroso es un camino para las personas que son y están libres del miedo al qué dirán, que es un padecimiento epidémico entre la gente que miente a los demás y se miente a sí misma con tal de agregar una conquista al libro personal de récords.
La práctica del amor, si se sazona con ternura, sensibilidad y auténtica entrega, quedará libre de pecado, de hecho, es un alimento sutil que desintoxica el cuerpo -cerebro incluido-, el alma y el espíritu de cada protagonista de la pareja involucrada, y les abre las piernas del paraíso.
Además, como señala en algunos de sus trabajos Wilhelm Reich, hacer el amor por amor produce de manera alquímica partículas energéticas, derivadas del orgasmo duplicado, llamadas orgones, las cuales benefician a todos los seres vivos, pues se esparcen en la atmósfera democráticamente como feromonas, purificando las intenciones convivenciales de las criaturas, incitando a las caricias y al abandono de sí.
¿Cómo llevar a cabo esta revolucionaria transformación integral desde una intención de apareamiento?
¿Cuántos factores intervienen cada vez que entre sábanas compartidas te veas?
Mucho hay que desvestir para dejar a la realidad desnuda y a punto. En el terreno de juego del sexo encontramos hormonas, neurotransmisores, vitaminas, minerales y varias estrellas químicas, físicas y fantásticas más que poseen efectos identificados sobre el funcionamiento cerebral y la fisiología humana en su totalidad.
El sexo es la danza de la vida. Hay que observar el cortejo en los animales para comprender que muchas de las conductas de ligue de los seres humanos son comunes a todas las criaturas. Los pies bailan, las hormonas y los neurotransmisores juegan a la armonía musical y la vida sigue, a pesar de tanta negatividad y de tanta invitación a la parálisis, a la hipocresía y a la muerte.
…el núcleo biológico de la estructura humana es inconsciente y muy temido. Está en desacuerdo con todos los aspectos de la educación y el régimen autoritarios. Es, al mismo tiempo, la única esperanza real del hombre de llegar a dominar alguna vez la miseria social. (Wilhelm Reich)
Y este es tan solo el principio…
Bibliografía:
Wilhelm Reich. La función del orgasmo. Editorial Paidós, 6ª. Reimpresión, 1991, México.
La solidez de un gran pensador que ha hecho de la coherencia su modo de vida. Comparto una entrevista a este genio que a sus 90 años sigue tan activo como lo ha sido siempre, con una lucidez sólida, en esta «sociedad líquida», como él mismo califica.
Por: Juan Martínez Ahrens
Publicado en: El País. Babelia
Noam Chomsky (Filadelfia, 1928) hace tiempo que superó las barreras de la vanidad. No habla de su vida privada, no usa móvil y en un tiempo donde abunda lo líquido y hasta lo gaseoso, él representa lo sólido. Fue detenido por oponerse a la guerra de Vietnam, figuró en la lista negra de Richard Nixon, apoyó la publicación de los papeles del Pentágono y denunció la guerra sucia de Ronald Reagan. A lo largo de 60 años no hay lucha que se le haya escapado. Igual defiende la causa kurda que el combate contra el cambio climático. Tan pronto aparece en una manifestación de Occupy Movement como respalda a los inmigrantes sin papeles. Inmerso en la agitación permanente, el joven que en los años cincuenta deslumbró al mundo con la gramática generativa y sus universales, lejos de dormirse en las glorias del filósofo, optó por el movimiento continuo. No importó que le acusasen de antiamericano o extremista. Él siempre ha seguido adelante, con las botas puestas, enfrentándose a los demonios del capitalismo. Ya sean los grandes bancos, los conglomerados militares o Donald Trump. Incombustible, su última obra lo vuelve a confirmar. En Réquiem por el sueño americano (editorial Sexto Piso) vuelca a la letra impresa las tesis expuestas en el documental del mismo título y denuncia la obscena concentración de riqueza y poder que exhiben las democracias occidentales. El resultado son 168 páginas de Chomsky en estado puro. Vibrante y claro. Listo para el ataque.
—¿Se considera un radical?
—Todos nos consideramos a nosotros mismos moderados y razonables.
—Pues defínase ideológicamente.
—Creo que toda autoridad tiene que justificarse. Que toda jerarquía es ilegítima hasta que no demuestre lo contrario. A veces, puede justificarse, pero la mayoría de las veces no. Y eso…, eso es anarquismo.
Una luz seca envuelve a Chomsky. Después de 60 años dando lecciones en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), el profesor se ha venido a vivir a los confines del desierto de Sonora. En Tucson, a más de 4.200 kilómetros de Boston, ha abierto casa y estrenado despacho en el Departamento de Lingüística de la Universidad de Arizona. El centro es uno de los pocos puntos verdes de la abrasada ciudad. Fresnos, sauces, palmeras y nogales crecen en torno a un edificio de ladrillo rojo de 1904 donde todo queda pequeño, pero todo resulta acogedor. Por las paredes hay fotos de alumnos sonrientes, mapas de las poblaciones indígenas, estudios de fonética, carteles de actos culturales y, al fondo del pasillo, a mano derecha, el despacho del mayor lingüista vivo.
“La gente se percibe menos representada y lleva una vida precaria. El resultado es una mezcla de enfado y miedo”
El lugar nada tiene que ver con el rompedor espacio de Frank Gehry que le daba cobijo en Boston. Aquí, apenas cabe una mesa de trabajo y otra para sentarse con dos o tres alumnos. Recién estrenada, la oficina de uno de los académicos más citados del siglo XX aún no tiene libros propios, y su principal punto de atención recae en dos ventanas que inundan de ámbar la estancia. A Chomsky, pantalones vaqueros, pelo largo y blanco, le gusta esa atmósfera cálida. La luz del desierto fue uno de los motivos que le hizo mudarse a Tucson. “Es seca y clara”, comenta. Su voz es grave y él deja que se pierda en los meandros de cada respuesta. Le gusta hablar con largueza. La prisa no va con él.
PREGUNTA. ¿Vivimos una época de desencanto?
RESPUESTA. Hace ya 40 años que el neoliberalismo, de la mano de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, asaltó el mundo. Y eso ha tenido un efecto. La concentración aguda de riqueza en manos privadas ha venido acompañada de una pérdida del poder de la población general. La gente se percibe menos representada y lleva una vida precaria con trabajos cada vez peores. El resultado es una mezcla de enfado, miedo y escapismo. Ya no se confía ni en los mismos hechos. Hay quien le llama populismo, pero en realidad es descrédito de las instituciones.
P. ¿Y así surgen las fake news (bulos)?
R. La desilusión con las estructuras institucionales ha conducido a un punto donde la gente ya no cree en los hechos. Si no confías en nadie, por qué tienes que confiar en los hechos. Si nadie hace nada por mí, por qué he de creer en nadie.
P. ¿Ni siquiera en los medios de comunicación?
R. La mayoría está sirviendo a los intereses de Trump.
P. Pero los hay muy críticos, como The New York Times, The Washington Post, CNN…
R. Mire la televisión y las portadas de los diarios. No hay más que Trump, Trump, Trump. Los medios han caído en la estrategia que ha diseñado Trump. Cada día les da un aliciente o una mentira para situarse él bajo los focos y ocupar el centro de atención. Entretanto, el flanco salvaje de los republicanos va desarrollando su política de extrema derecha, recortando derechos de los trabajadores y abandonando la lucha contra el cambio climático, que precisamente es aquello que puede terminar con todos nosotros.
P. ¿Ve en Trump un riesgo para la democracia?
R. Representa un peligro grave. Ha liberado consciente y deliberadamente olas de racismo, xenofobia y sexismo que estaban latentes pero que nadie había legitimado.
Noam Chomsky.APU GOMES
P. ¿Volverá a ganar?
R. Es posible, si consigue retardar el efecto letal de sus políticas. Es un consumado demagogo y showman que sabe cómo mantener activa su base de adoradores. A su favor juega también que los demócratas están sumidos en la confusión y puede que no sean capaces de presentar un programa convincente.
P. ¿Sigue apoyando al senador demócrata Bernie Sanders?
R. Es un hombre decente. Usa el término socialista, pero en él significa más bien new deal demócrata. Sus propuestas, de hecho, no le serían extrañas a Eisenhower [presidente por el Partido Republicano de 1953 a 1961]. Su éxito, más que el de Trump, fue la verdadera sorpresa de las elecciones de 2016. Por primera vez en un siglo hubo alguien que estuvo a punto de ser candidato sin apoyo de las corporaciones ni de los medios, solo con el respaldo popular.
P. ¿No advierte un deslizamiento hacia la derecha del espectro político?
R. En la élite del espectro político sí que se ha registrado ese corrimiento; pero no en la población general. Desde los años ochenta se vive una ruptura entre lo que la gente desea y las políticas públicas. Es fácil verlo en el caso de los impuestos. Las encuestas muestran que la mayoría quiere impuestos más altos para los ricos. Pero esto nunca se lleva a cabo. Frente a esto se ha promovido la idea de que reducir impuestos trae ventajas para todos y que el Estado es el enemigo. ¿Pero quién se beneficia de que recorten en carreteras, hospitales, agua limpia y aire respirable?
“Trump ha liberado deliberadamente olas de racismo, xenofobia y sexismo latentes pero no legitimadas”
P. ¿Ha triunfado entonces el neoliberalismo?
R. El neoliberalismo existe, pero solo para los pobres. El mercado libre es para ellos, no para nosotros. Esa es la historia del capitalismo. Las grandes corporaciones han emprendido la lucha de clases, son auténticos marxistas, pero con los valores invertidos. Los principios del libre mercado son estupendos para aplicárselos a los pobres, pero a los muy ricos se los protege. Las grandes industrias energéticas reciben subvenciones de cientos de millones de dólares, la economía high-tech se beneficia de las investigaciones públicas de décadas anteriores, las entidades financieras logran ayudas masivas tras hundirse… Todos ellos viven con un seguro: se les considera demasiado grandes para caer y se los rescata si tienen problemas. Al final, los impuestos sirven para subvencionar a estas entidades y con ellas a los ricos y poderosos. Pero además se le dice a la población que el Estado es el problema y se reduce su campo de acción. ¿Y qué ocurre? Su espacio es ocupado por el poder privado y la tiranía de las grandes entidades resulta cada vez mayor.
P. Suena a Orwell lo que describe.
R. Hasta Orwell estaría asombrado. Vivimos la ficción de que el mercado es maravilloso porque nos dicen que está compuesto por consumidores informados que adoptan decisiones racionales. Pero basta con poner la televisión y ver los anuncios: ¿buscan informar al consumidor y que tome decisiones racionales? ¿O buscan engañar? Pensemos, por ejemplo, en los anuncios de coches. ¿Ofrecen datos sobre sus características? ¿Presentan informes realizados por entidades independientes? Porque eso sí que generaría consumidores informados capaces de tomar decisiones racionales. En cambio, lo que vemos es un coche volando, pilotado por un actor famoso. Tratan de socavar al mercado. Los negocios no quieren mercados libres, quieren mercados cautivos. De otro modo, colapsarían.
P. Y ante esta situación, ¿no es demasiado débil la contestación social?
R. Hay muchos movimientos populares muy activos, pero no se les presta atención porque las élites no quieren que se acepte el hecho de que la democracia puede funcionar. Eso les resulta peligroso. Puede amenazar su poder. Lo mejor es imponer una visión que te dice que el Estado es tu enemigo y que tienes que hacer lo que puedas tú solo.
P. Trump emplea a menudo el término antiamericano, ¿cómo lo entiende?
R. Estados Unidos es el único país donde por criticar al Gobierno te llaman antiamericano. Y eso supone un control ideológico, encender hogueras patrióticas por doquier.
P. En algunos sitios de Europa también pasa.
“Las grandes corporaciones han emprendido la lucha de clases, son marxistas pero con los valores invertidos”
R. Pero nada comparable a lo que ocurre aquí, no hay otro país donde se vean tantas banderas.
P. ¿Teme al nacionalismo?
R. Depende, si significa estar interesado en tu cultura local, es bueno. Pero si es un arma contra otros, sabemos a dónde puede conducir, lo hemos visto y experimentado.
P. ¿Cree posible que se repita lo que ocurrió en los años treinta?
R. La situación se ha deteriorado; tras la elección de Barack Obama se desencadenó una reacción racista de enorme virulencia, con campañas que negaban su ciudadanía e identificaban al presidente negro con el anticristo. Ha habido muchas manifestaciones de odio. Sin embargo, Estados Unidos no es la República de Weimar. Hay que estar preocupados, pero las probabilidades de que se repita algo así no son altas.
P. Arranca su libro recordando la Gran Depresión, un tiempo en el que “todo estaba peor que ahora, pero había un sentimiento de que todo iría mejor”.
R. Me acuerdo perfectamente. Mi familia era de clase trabajadora, estaba en paro y no tenía educación. Objetivamente, era un tiempo mucho peor que ahora, pero había un sentimiento de que todos estábamos juntos en ello. Había un presidente comprensivo con el sufrimiento, los sindicatos estaban organizados, había movimientos populares… Se tenía la idea de que juntos se podía vencer a la crisis. Y eso se ha perdido. Ahora vivimos la sensación de que estamos solos, de que no hay nada que hacer, de que el Estado está contra nosotros…
P. ¿Tiene aún esperanzas?
R. Claro que hay esperanza. Aún hay movimientos populares, gente dispuesta a luchar… Las oportunidades están ahí, la cuestión es si somos capaces de tomarlas.
Chomsky termina con una sonrisa. Deja vibrando en el aire su voz grave y se despide con extrema cortesía. Luego sale del despacho y baja las escaleras de la facultad. Afuera, le esperan Tucson y la luz seca del desierto de Sonora.
La feminista y escritora Brigitte Vasallo publica su nuevo libro ‘Pensamiento monógamo, terror poliamoroso’, donde analiza el sistema monógamo y cómo la alternativa planteada, el poliamor, puede ser más de lo mismo si solo cambiamos el número de personas involucradas en la ecuación.
Por: Sara Plaza Serna
Brigitte Vasallo es de esas voces tan necesarias como incómodas dentro del feminismo. Clara, directa y crítica con un movimiento que para ella es casa, defiende la necesidad de dinamitar todo lo construido hasta ahora en materia de amor. También en lo que respecta al poliamor o la idea neoliberal que nos han vendido como la alternativa guay y progre a las relaciones monógamas.
Su nuevo libro, Pensamiento monógamo, terror poliamoroso(ed. La oveja roja), analiza este difícil entramado y pone sobre la mesa conceptos como jerarquía relacional, cadáver emocional o amor Disney.
Brigitte nos recibe una mañana lluviosa de domingo para conversar sobre un tema al que no se ha prestado atención por ser eminentemente “femenino”, pero que vertebra nuestro día a día y articula muchas de las violencias machistas que vivimos actualmente: el amor.
Una de las principales críticas que se leen en el libro es la concepción neoliberal del poliamor basada en el consumo de cuerpos y relaciones. Parece que nos la han colado.
(c) Yolanda Jiménez
El sistema nos la ha colado por dos lados: a través del amor romántico, identitario, cerrado, confrontacional; pero también en la manera de desmontarlo a través del poliamor porque hay una corriente que es neoliberal.
Realmente lo que ha conseguido el sistema es que las resistencias a algo que hemos detectado que es violencia sean: O quedarte en eso y disimular y hacer ver que eso no es violencia, etc. o irnos a otra cosa que es no sé si peor, pero desde luego no es mejor.
El libro no pretende ir contra las no monogamias en absoluto ni contra la monogamia. Es un libro que intenta poner sobre la mesa en qué se basa cada cosa y qué estructuras están cruzadas, de forma que cuando decidamos tener un tipo de relación u otra lo hagamos de manera consciente y sabiendo qué partes de todo esto contribuyen a la violencia.
Habla de los cadáveres emocionales que deja este consumo de relaciones y personas. Nos cuesta mucho salir de ahí, cuidarnos, escucharnos y hablar… por qué es tan difícil.
No creo que sea difícil, creo que no nos da la gana. No creo que sea difícil cuidar a tus exparejas sin que eso te lleve a extremos de aceptar violencias. Creo que hay espacios muy sencillitos de cuidados. Solamente hay que comerse un poco el ego y no dejarse llevar por dinámicas del “amor Disney” en las que todo explota.
Las experiencias que yo considero bonitas y que han sido un éxito, hayan durado lo que hayan durado, siempre han sido experiencias fáciles. Lo complicado es lo otro, cuando te metes en la confrontación, te pones a hacer triquiñuelas extrañas para ver cómo ganas terreno a la otra. Todo eso es complicado. Cuando las rupturas se han dado bien hay una sensación de que realmente es muy sencillo hacerlo lo más fácil posible. Una ruptura siempre es dolorosa, pero se puede no añadir sufrimiento.
Sin embargo, en las formas de amor que tenemos actualmente, donde en nuestras vidas emocionales hay muchas parejas, la solución es cargarte tus relaciones anteriores, hacer un campo de minas y un destrozo emocional muy bestia. Es lo que pasa fuera de los ambientes feministas y que lleva en muchos casos a los feminicidios; y con esta idea neoliberal del poliamor estamos en la misma dinámica, lo que pasa es que un poco más disimuladita.
Cuenta que estas críticas al poliamor le han costado ataques y vetos en determinados círculos. ¿No estamos preparadas para la autocrítica?
La autocrítica está mal llevada siempre. Es muy fácil cuando te critican desde fuera porque entonces es el enemigo externo y lo tienes identificado como tal. Esto forma parte del pensamiento monógamo: los otros te critican, pero para eso son los otros.
Pero cuando desde dentro se intenta hacer una autocrítica siempre es muy mal recibida. Para mí esta crítica es una forma de cuidados. Cuando yo miro con lupa dinámicas feministas es porque para mí el feminismo es casa. A mí no me interesa criticar a los otros. A mí lo que me interesa es que para cuidar los espacios que entendemos como casa hay que poner una mirada crítica, radical, política dentro de ese movimiento.
En el libro mantiene que la jerarquía relacional es el eje principal de la monogamia, no la exclusividad. ¿A qué se refiere con esta nueva definición?
(c) Yolanda Jiménez
La monogamia ha estado mal definida. Para mí es un sistema organizador de nuestros afectos y vínculos sociales que sitúa en la cumbre al núcleo reproductor de manera identitaria. Ese núcleo es el más importante a nivel afectivo. Esto es peligroso porque es un núcleo que nos aísla, y cuando se dan violencias (y es fácil que se den por la propia dinámica de construcción de ese núcleo) te has quedado con pocos recursos en el entorno por esa dinámica de aislar, de jerarquizar, de priorizar, etc. Ese núcleo lo que hace es que las amistades, el vecinaje, etc. no se tenga en cuenta en tanto que relaciones.
Cuando queremos romper la monogamia pensamos que es suficiente con tener dos relaciones paralelas, que a menudo son dos relaciones casi monógamas en paralelo. A mí me parece más radical estar pendiente de si tu vecina, que hace varios días que no la ves, está bien, si se ha caído, si está atendida. Eso me parece romper la monogamia, porque de repente quiebras esa jerarquía y la idea de que tu pareja es lo más importante, luego vienen las amigas y la vecina ni siquiera forma parte de tu red cuando necesariamente forma parte de ella, pero no lo queremos ver.
¿Esta jerarquía es la que nos hace competir, la que determina nuestra valía en función de las parejas que tengamos?
El coche que tienes define un poco qué lugar social ocupas. Esto, que es algo súper patriarcal, se nos ha colado también en los amores. En función de la pareja que tienes vales más o menos en el mercado y dependiendo de cuántas parejas tienes vales más o menos en el mercado. Al final estamos construyendo un hipermercado de los afectos y, desde luego, este no es el camino si creemos que esto tiene un potencial revolucionario.
Habla de esa amiga que viene a recogerte cuando estás mal y la que se queda contigo en casa llorando. ¿Es la amistad un ejemplo de cómo podríamos hacer las cosas mejor en las relaciones sexo afectivas?
Sí, pero tenemos el sistema tan sumamente metido que a veces ni siquiera vemos nuestra red. A veces nos sentimos solas porque no hay una pareja o porque hay un proyecto de pareja que se ha roto y, en realidad, es el momento en el que estás más acompañada porque está todo tu entorno pendiente de ti, están preocupados y te están haciendo un acompañamiento muy bonito. Es un núcleo que está ahí a las duras y a las maduras sin hacer esos cálculos tan extraños que el pensamiento monógamo nos ha metido: cuánto tiempo vamos a estar juntos, cuánto cuidado vas a invertir ahí… Cosas que tienen que ver más con el lenguaje bancario que con nuestras vidas.
Dice que no pretende buscar atajos ni dar soluciones, pero siempre nos queda esa pregunta de qué podemos hacer, cómo cambiamos nuestra forma de desear y relacionarnos.
Igual que no se nos ocurre acabar con el capitalismo de un día para otro porque sabemos que eso no va a pasar y porque los atajos no sirven, con los amores pasa lo mismo. No vamos a encontrar soluciones de un día para otro ni vamos a tomar decisiones personales e individuales que acaben con el sistema, pero sí creo que hay muchas cosas que se pueden hacer en nuestras vidas desde la cotidianeidad.
La pareja es un refugio porque vivimos en un mundo en el que si te pasa algo y te quedas en casa nadie se va a acordar de ti, quien se acuerda de ti es tu familia sanguínea o tu pareja. Tenemos que desmontar eso, pero tenemos que ir creando las condiciones sociales para que eso se pueda ir desmontando. Lo que están consiguiendo estos movimientos neoliberales es romper las comunidades ya de por sí hiperreducidas. Somos individuos que vamos a nuestra bola y ese es el triunfo último del neoliberalismo. Hay que revertir esas dinámicas desde los gestos pequeños y desde los gestos comunitarios. Hay que construir todas esas redes para poder desmontar todo esto.
A las mujeres nos va la vida en ello, además…
Ed.- La Oveja Roja
Literalmente. Uno de los problemas de todo este sistema y de los amores Disney es cuando llega la violencia. El enganche emocional y tóxico es tan rápido que cuando llega la violencia ya no nos podemos ir. Y nos quedamos todas, yo también me quedo atrapada. Seguimos creyendo que a través de los cuidados, del amor, todo se puede y todo se resolverá. Colectivamente tenemos que ponernos las pilas mucho con esto, no solamente educando en temas de maltrato, tenemos que montar una autodefensa feminista que consiste en ver cómo hacemos realmente para poder huir, cuáles son los mecanismos para tener la capacidad emocional para apartarnos cuando llega el momento y para pedir ayuda y dejarnos ayudar, acompañar y proteger por la red afectiva.
Hay en el libro un paralelismo entre el concepto de monogamia y el de patria y pone el ejemplo del conflicto catalán.
El pensamiento monógamo lo intento sacar de las relaciones sexo afectivas para ver de qué manera condiciona la manera de construir cualquier identidad. La idea de estado – nación está construida bajo este concepto. Son identidades confrontacionales, excluyentes y jerárquicas. Mi bandera es mejor por x motivos.
Lo que ha pasado entre España y Catalunya es la construcción de dos identidades bajo una bandera, como si fueran una pareja: con identidades monolíticas cerradas donde unos son una cosa y los otros la opuesta, directamente confrontados.Pues nosotros construimos la pareja de la misma forma: para llegar a ese núcleo superior, el resto de gente son enemigos o amores desechables y nuestra relación hay que protegerla de una manera identitaria y guerrera.
La suerte, y la desgracia, de ser charnega como yo es que en realidad no tienes lugar. Recibimos charnegofobia en Catalunya y catalanofobia en España, por lo que te das cuenta de cómo va cambiando la identidad que te atribuyen según te vayas moviendo unos kilómetros.
Termina el libro con lo que podría considerarse un manifiesto sobre el terror poliamoroso. ¿Qué es exactamente?
Va en varias direcciones: una es el terror que tenemos a hablar de esto, el terror que se genera cuando pones la palabra no monogamia o poliamor sobre la mesa. Y es un terror que yo entiendo, sobre todo en el mundo heterosexual donde los hombres están educados en dos líneas contradictorias: por un lado, tienen que ser fieles porque las relaciones exclusivas así nos lo piden, pero por otro tienen que ganar los chupipuntos de ser conquistadores. No sé cómo combinan eso, pero mi visión no va por ahí.
Yo propongo que esto sea un movimiento terrorista, no en el sentido patriarcal de poner bombas por ningún sitio, eso no soluciona nada. Sino que sea un movimiento o una forma de vivir que ponga en riesgo el sistema. Cuando ves que en cualquier periódico de derechas o programa inofensivo pueden hablar de poliamor te das cuenta de que esto no pone en riesgo a nadie. Es una broma casi del sistema. Hay que llevar esto a la raíz: cómo construimos relaciones, cómo hacemos la exclusión, cómo hacemos la confrontación entre mujeres… Esto sí es problemático para el sistema. Las experiencias que van a la raíz son las que no vamos a leer porque ahí sí se pone en riesgo la mirada capitalista, patriarcal, racista, colonial, etc de construir el mundo.
Vivimos instalados en el cambio permanente. Subidos en un cohete de tiempo, hacemos equilibrios para adaptarnos a nuevas situaciones. Caminamos la cuerda floja aprendiendo malabarismos. Se acabaron los dogmas del trabajo o la pareja para siempre. Ascendemos por una escalera perversa que asciende a la cima y desciende al averno. Hoy arriba, mañana abajo, en la dualidad de los extremos.
Collage (C) Yolanda Jiménez
Cambios y más cambios y nuevas formas de hacer: surge el poliamor y las nuevas formas de querer. Un tema que merece una mirada sociológica.
El poliamor y las nuevas formas del querer. El amor de antes, el amor de ahora
Por qué la idea del poliamor despierta tanta curiosidad y fascinación, se pregunta la autora. ¿Será tal vez que la fantasía de estar con un tercero está siempre latente o porque sabemos que es imposible prometer un amor eterno?, arriesga. El amor virtual y el poliamor, desde la mirada psicoanalítica.
Desde hace ya algún tiempo, asistimos a una nueva modalidad en la comunicación: nadie está exento de leer un diario, mandar un Whatsapp o subir un post a una red social, pero hasta hace poco no podíamos imaginar la posibilidad de establecer un vínculo de pareja también por esta vía.
En estos tiempos de arrasadora virtualidad, parece irrumpir un modo muy particular de amor, un amor a distancia. Evitar el encuentro con el otro sexo, pero sobre todo protegerse del sufrimiento que la experiencia amorosa pueda ocasionar: amar a resguardo, dejando que el amor quede alojado en el plano del ideal en vez de salir al encuentro de lo que efectiva y sorpresivamente allí se produzca: ¿será éste el amor platónico de la posmodernidad?
Llegué a saber de la existencia del amor virtual gracias al trabajo con pacientes púberes y adolescentes.
Recuerdo un relato de S: “Me puse de novia por chat, lo conozco del otro colegio pero no lo veo, solo nos hablamos por acá, asi estoy más tranquila, no quiero complicarme, ¿para qué?”
Creo que es fundamental poder escuchar este “para qué”, pues señala el nudo de la cuestión: como si el amor se tratara de algo funcional o utilitario y no causal: no es lo mismo “amar porque”, a “amar para”, aquí el eje se desplaza.
En la actualidad el amor virtual sucede y esto tiene su lógica: no hay espacio, ni tiempo, ni objeto que quiera resignarse, ¿será este síntoma de época un facilitador de una nueva idea del amor: un amor “simple” y “sin complicaciones”?
En este nuevo tiempo donde prima la autosuficiencia y la prescindibilidad, cabría preguntarse si necesitamos del amor de “un-otro”.
Fotografía (C) Yolanda Jiménez
Lo que resulta evidente es que el amor romántico, apasionado y exclusivo ha dejado su lugar a una modalidad novedosa: el amor libre, inclusivo y múltiple.
Si evocamos al mito de Aristófanes podremos acercarnos a una idea del amor que remite a la teoría de la “media naranja”: el amor como un modo de ser completado, acabado por el otro, que tendría aquello que a nosotros nos falta, por tanto solo nos resta encontrar quien sea su portador.
Lacan plantea una posición crítica respecto a esta idea proponiendo que no existe tal complemento y afirmando además que la relación sexual, el encuentro con el otro, es de por sí imposible (tanto en lo sexual como en lo discursivo): no hay sino encuentro fallido, mal-entendido. Por lo tanto, siempre buscaremos para no encontrar o lo que encontramos no será nunca lo que buscamos.
Donde más claramente se cristaliza esta contemporánea noción del amor es en el actualmente mediáticamente conocido “poliamor”, expresión que verifica que la idea originaria del amor ha empezado a caer en desuso.
Hasta hace no mucho tiempo, el contacto cuerpo a cuerpo, el poder pasar el tiempo juntos era como “tocar el cielo con las manos”, aquello a lo que toda pareja aspiraba con ansias. De hecho, las más apasionantes historias de amor (como Romeo y Julieta, por ejemplo), mostraban justamente esta tragedia: la imposibilidad de encontrarse les resultaba tan tortuoso que en eso se les iba la vida. Hoy, claramente, esto no sería un problema, ya que la ausencia del encuentro físico no es un impedimento para el amor. Verse o no verse resulta anecdótico, lo importante, sí, es poder nombrar el vínculo, definir qué somos; una vez determinado el rol, lo demás pasa a un segundo plano. Por lo tanto, podríamos pensar que la relación hoy no se construye día a día, encuentro tras encuentro sino que se pacta: “somos novios” y al parecer eso basta: la palabra es acto.
Tradicionalmente la idea del amor era entendida como un estar dispuesto a dar todo por el otro. En el amor romántico, amar lo era todo en la vida de un sujeto, se soñaba con llegar a encontrar el amor de la vida, creyéndose que esa persona existía y por tanto ese encuentro era posible. El amor tradicional era más aristofánico que lacaniano.
No surgen dudas al afirmar que amar es elegir, por lo tanto, resulta crucial rescatar el valor de apuesta en relación al amor y que por lo tanto dicha elección conlleva, inexorablemente, una pérdida. Amar es, por decirlo de un modo deleuziano, un acontecimiento: marca un antes y un después en la vida de un sujeto. ¿Cuántas veces nos encontramos diciendo que nunca volveremos a ser el que fuimos, al haber atravesado una experiencia amorosa?
Sucede que este punto nodal que define al amor como una decisión con su consecuente renuncia, en el poliamor parece no ponerse en juego. Entonces ¿será necesario redefinir el concepto de amor a la luz de estos tiempos que corren?
¿Podemos validar la existencia del amor diversificado o será el poliamor un oxímoron?
En principio, parecería desprenderse del concepto de “polivínculo” la idea de que aquí no hay renuncia: el amor múltiple puede habilitar a plantear que aquí nada se pierde, sería una versión del amor que nos recuerda que a diferencia de lo que sucedía en otros tiempos ahora no habría lugar a lo imposible.
Entonces tal vez el poliamor podría definirse como un modo de amar contemporáneo o tal vez como una excepción del amor o cabría la posibilidad de pensarlo como un semblante (entendiendo por semblante aquello que juega a ser pero que en esencia no es).
De todas formas, si bien el poliamor se instala con más fuerza actualmente, no se podrá afirmar que es realmente novedoso: Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre vivieron una larga y apasionada historia de amor libre (un modo más antiguo de nombrar lo mismo).
Algo más de 50 años juntos en una establecida y acordada pareja abierta que, según los relatos de cada uno de ellos, no hubiera podido funcionar de otra forma.
Fotografía (C) Yolanda Jiménez
Una de las cuestiones en las que habría que poner el acento está sustentado en la idea de que no es necesario tener que elegir, allí se cede algo invaluable: la libertad. Por lo tanto ¿se podría hablar de un acto de amor frente a la elección de una no elección, o de lo que se tratará allí será más bien, de la inhibición del acto? La no aceptación de que algo siempre se pierde, esto es la asunción de que, ante la castración, no hay escapatoria posible.
Se podrá argumentar que en el poliamor también hay algo que se termina perdiendo indefectiblemente (si elijo A y B pierdo C) pero en definitiva lo que se pierde allí no sería más que su valor narcisista. La contracara de ello será lidiar con la responsabilidad de la incondicionalidad y el consecuente sentimiento de culpa que adviene frente a un posible conflicto o un eventual fracaso. En este sentido, la idea del polivínculo podrá ser entendido como un bálsamo, ya que trae aparejado un importante efecto de alivio. Ahora bien, ¿será que una relación abierta es menos exigida y por ello menos conflictiva? Por otro lado, si la prohibición genera el deseo, si la falta nos ubica como deseantes, ¿no podrá ser el poliamor el causante del aplastamiento del deseo? Todo esto está aún por verse.
Sea como fuere, creo que hay algo en el amor de antes y en el amor actual que se mantiene intacto, y es el punto en el que todo amor representa una ficción, es el que uno se inventa. Como dice Charly García, “un amor real es como dormir y estar despierto”.
Por lo tanto, de lo que se tratará es de decidir si se quiere ficcionar o no, a sabiendas de que aunque se esté con otro, aunque por momentos ambos estén inmersos en esa especie de “locura a dúo”, esa invención es necesariamente singular.
La pregunta necesaria es por qué la idea del poliamor despierta tanta curiosidad y fascinación, ¿será tal vez que la fantasía de estar con un tercero está siempre latente o porque en definitiva sabemos de la imposibilidad de prometer un amor que sea eterno? Acaso esta nueva modalidad de amor nos alivia, nos aligera aunque no por ello nos garantice nada.
Nunca hemos faltado tanto a la verdad como en nombre del amor, otorgando a la mentira cierta función protectora.
Cuántas veces hemos escuchado frases como: “nunca querré a nadie como a vos”, “te amo desde el día en que te conocí”, “sin vos me muero”. Ninguna de ellas puede ser contrastada pero a su vez sabemos de su insustentabilidad. ¿Cómo saber si amaremos por siempre, cómo medir el amor, cómo suponer la inminencia de la muerte frente a su ausencia?
El amor nos confronta con el hecho de que, como en toda ficción, llegará el momento del desenlace y el desencanto que podrá anunciar el final definitivo o tal vez no, que podrá llevar a una resignificación del amor, o no.
Y esto compete tanto al amor de antes como al amor de ahora, porque amar, para que siga siendo un acto y no devenga un simulacro, implica inevitablemente el atravesamiento de conflictos; si ello no ocurre en vez de amor, tal vez estemos hablando de otra cosa.