La ausencia de juicio favorece la liberación del trauma

 

«Los traumas se liberan si son escuchados sin juicio»

Mike Boxhall es un terapeuta craneosacral con una sensibilidad exquisita y una inmensa sabiduría. Sus manos sanan en lo más profundo.

ENTREVISTA A MIKE BOXHALL

Por: Silvia Díez

    Sus manos son tan grandes en la realidad como poderosas cuando se posan sobre sus pacientes. A través de ellas asegura poder escuchar el alma de las personas que, según nos cuenta, se expresa siempre en el cuerpo de estas. Y la escucha profunda las transforma.

    Mike Boxhall, psicoterapeuta y terapeuta craneosacral británico con una amplia trayectoria, expresidente de la Craniosacral Therapy Association (CTSA) del Reino Unido, hace 15 años que pasa la mayor parte del tiempo viajando por Estados Unidos, Sudamérica y Europa para enseñar su particular técnica de contacto a terapeutas craneosacrales.

    Una forma de trabajar que llenó durante años su consulta de parejas que buscaban resolver su infertidad y que lo ha convertido en «abuelo» de más de cincuenta niños.

    Mike Boxhall, psicoterapeuta y terapeuta craneosacral

    Dibujo: Vicente Ruiz

    Su técnica se enraiza en la terapia craneosacral, un método desarrollado por el doctor estadounidense Andrew Taylor Still, que descubrió que los huesos del cráneo, el cerebro, la médula espinal y las meninges están conectados con el sacro y en todos ellos existe un movimiento rítmico impulsado por el fluido cerebroespinal. Este ritmo expresa los desequilibrios del organismo.

    Pero Mike Boxhall, que se nutre también del psiquiatra Carl Gustav Jung y se asienta en el budismo, después de años de práctica ha llegado a sus propias conclusiones sobre la vida, la enfermedad y los misterios que las conforman.

    —¿Cómo se define?
    —Me gusta verme a mí mismo como un puente entre la ciencia y la sabiduría ancestral. Soy psicoterapeuta y terapeuta craneosacral; es decir, trabajo con la mente y con el cuerpo. Soy también el puente entre ambos y me gusta contribuir a que las personas descubran e integren la espiritualidad en su cuerpo.

    Se habla mucho de espiritualidad sin tener en cuenta que cualquier experiencia espiritual tiene lugar en el cuerpo y corresponde a una sensación. La espiritualidad es ante todo una experiencia sensorial, de lo contrario estaríamos ante un concepto, hablaríamos de ella, pero sin saber realmente qué es.

    —Y este asentamiento de la espiritualidad que usted propicia, ¿es realmente sanador?
    —La sanación tanto del cuerpo como de la mente y el alma es el resultado de la completa aceptación, lo más fácil y lo más difícil a la hora de vivir. Lo digo muy a menudo: no hay ningún sitio al que se tenga que ir, todo está en su sitio, solo tenemos que despertar. Buscando la felicidad, nos alejamos de ella.

    Solo hace falta presencia y quietud. La quietud es un estado en el que somos conscientes de lo que está ocurriendo sin dejarnos atrapar por ello ni apegarnos. Lo que yo facilito es que las personas entren en contacto consigo mismas y vean quiénes son, de dónde proceden…

    Y en el núcleo de mi trabajo está la integración de los principios femenino y masculino, tal y como fueron definidos por Jung. No estoy hablando de géneros. Lo femenino y lo masculino solo pueden ser integrados mediante la confianza.

    Se dice que el pensar es masculino y la intuición es femenina. El mundo en todos los ámbitos –y también en la medicina– tiene exceso de masculino y ha ido suprimiendo lo femenino. En estas condiciones nunca podremos sentirnos ni completos ni equilibrados.

    El trabajo espiritual significa también para mí reequilibrar estos dos principios y regresar a la sensación de plenitud.

    «Todo parece conducir hacia una misma dirección: honrar el corazón, cuya máxima expresión es la confianza y no la búsqueda».

    —¿Y cómo podemos recuperar el equilibrio; es decir, recuperar nuestro aspecto femenino?
    —Se trata básicamente de rendirse, de entregarse. Se trata de abandonar los procesos que tienen lugar en la cabeza para permitir que emerja la Inteligencia con mayúsculas, una Inteligencia localizada en el corazón.

    Es aprender a funcionar con el corazón, que es la fuente de sabiduría auténtica –sofía en griego–, acompañados por el cerebro, pero de una forma más equilibrada. Actualmente los científicos cuestionan la soberanía del cerebro y son muchos los que aseguran que es el corazón quien nos dirige.

    Todo parece conducir hacia una misma dirección: honrar el corazón, cuya máxima expresión es la confianza y no la búsqueda. Cuanto más dejamos ir, más cerca estamos de la Inteligencia misma, que es la fuente del universo.

    —¿Y esto es la salud?
    —Absolutamente. Mi trabajo es un viaje emprendido entre dos o más personas a un nivel del ser donde no hay enfermedad. Cuanto más capaces somos de rendirnos, de deshacernos de corazas y de aceptar lo que somos, más cerca estamos de la fuente de Todo.

    Y al visitar o tocar este sitio tan profundo, entonces, según mi experiencia, es posible regresar a tu vida cotidiana sin que vuelvan tus patologías contigo. Es un renacimiento en el presente porque descubres una dimensión más profunda de ti, tu esencia, lo que eres en realidad.

    Y para mí en eso consiste el trabajo espiritual: no se trata de ir en busca de un objeto, sino de recuperar el sujeto que eres.

    —Uno de sus lemas, y algo que repite a sus alumnos, es: «Deja que el trabajo haga el trabajo».
    —Sí. La mayoría del conocimiento acaba siendo una limitación. Así que yo regreso al «no sé». Los científicos aseguran que el 90% de nuestras patologías surgen del estrés, que toma forma a nivel físico y psicológico. Después alguien viene, lo etiqueta y acaba tratando la etiqueta, olvidándose de la persona.

    Embarcarse en una travesía espiritual significa entrar en lo desconocido y en lo ilimitado, y eso puede asustar porque no sabemos lo que estamos haciendo. Es lo que enseño a mis alumnos: ningún objetivo, y aprender a confiar en el proceso. Si supieras a dónde vas ya sería una limitación.

    Muestro que me puedo dejar ir, y ¿qué es lo que suelto? Mis limitaciones. Mi pequeño «yo» para acercarme a lo infinito. No hay éxito ni fracaso, no hay copas de plata, solo hay aprendizaje y expansión de la conciencia.

    —¿Y cuál es, en concreto, el papel de la terapia craneosacral en este trabajo espiritual?

    Dibujo: Vicente Ruiz

    —La terapia craneosacral es una forma muy bella de entrar en contacto y de establecer una primera conexión con el cuerpo, pero después voy más allá y me digo: «No sé. Yo confío». Y allí empiezan a suceder cosas…

    Pongamos que trabajo ahora con Diana, que está aquí con nosotros. Estaría en contacto físico con ella, pero mis manos no son emisoras, sino que simplemente reciben a la persona. Las dos grandes necesidades de un ser humano son ser sostenido y ser escuchado. Y casi nunca las tenemos cubiertas.

    Mi trabajo simbólico se basa en sostener y escuchar a la persona a través de mis manos.

    —¿Es importante colocar las manos en el sitio adecuado?
    —No es relevante el lugar donde se colocan las manos en el cuerpo de la persona porque no trato órganos ni partes, sino que sostengo el Ser.

    Y a medida que ese Ser se siente escuchado, sin ser juzgado ni analizado –lo que en muchas ocasiones es algo extraordinario para él–, entonces empieza a confiar en que está bien tal como es y puede encontrar el coraje suficiente para adentrarse de forma profunda en su sufrimiento.

    El paciente confía en que va a seguir siendo sostenido aunque visite sus lugares más oscuros y se permite a sí mismo explorarlos. Lo mágico es que esos traumas enterrados durante años, ahora escuchados y recibidos sin juicio, se sueltan, aquello contra lo que se han pasado la vida reaccionando de pronto desaparece por el simple hecho de ser atendido.

    —Se puede decir que el cuerpo le cuenta su historia…
    —No sé cuál es la historia porque esto sería una limitación. Lo que sepa siempre será una limitación en el proceso. Lo importante es lo que siente la otra persona, el paciente. Yo animo a mis alumnos a crear las condiciones para que el paciente se empodere y tome conciencia de sus patrones habituales de comportamiento. Pero incluso bajo esas condiciones hay historias.

    Una mujer que estoy tratando actualmente tenía unos cuatro años cuando cogió el teléfono tal y como cogen las niñas el teléfono a esa edad, descolgando rápidamente y diciendo: «Hola». Entonces una voz le dijo: «Deberías ir a buscar a tu madre porque tu padre ha sido asesinado».

    A lo largo de los años siguientes fue perdiendo audición gradualmente y ahora está totalmente sorda. Limitó su escucha debido a este episodio. Estoy ahora trabajando con ella y espero que también, de forma gradual, vaya mejorando, pero ya veremos.

    —¿Qué es lo que nos enferma?
    —Creo que en buena medida tiene que ver con no estar presentes y estar atados a asuntos no digeridos que continúan fermentando dentro de nosotros. La tendencia a castigarnos cuando no somos perfectos, una energía que nos mantiene atrapados en la insatisfacción.

    Y el cuerpo encuentra la manera de expresar su descontento, su sufrimiento o el trauma vivido, que puede no ser propio sino de los padres y también puede afectarnos. La solución pasa por regresar al presente, donde la causa de este sufrimiento ya no existe, y responsabilizarse en lugar de seguir en el papel de víctimas.

    En ese momento de consciencia presente se encuentra la posibilidad de abrir una puerta para soltar lo que nos atormenta. Simplemente expandiendo la conciencia se observa la transformación de las personas.

    A sus 85 años, Mike Boxhall irradia energía. Lleva 45 años como terapeuta craneosacral y psicoterapeuta, pero antes fue empresario, militar y plantador de caucho. El acercamiento al budismo y la psicología de Jung cambió su vida. Ahora busca crear un modelo coherente de terapia corporal que integre mente y cuerpo. Entre sus libros destacan Conversaciones en quietud (Ed. Advaitia, 2015), y La silla vacía (Ed. El grano de mostaza, 2012).

     

    Por: Silvia Díez

     

      La transición de septiembre

       

      Volver, si te fuiste o si no. Regresar al ritmo establecido o iniciar los cambios que quieres en tu vida, que soñaste alguna noche de verano. Septiembre es tiempo de cambio, de adaptación y de arranque. Como especie, hemos sobrevivido por adaptación a los cambios. Como individuos, tenemos la libertad de elegir y encajar nuestros sueños en nuestra realidad.

      (C) Yolanda Jiménez

      Te invito a reconocerte, a viajar a tu centro más íntimo, a diseñar los cambios que deseas en tu vida. Y si crees que

      necesitas un acompañamiento terapéutico, no dudes en contactarme.

       

      Yolanda Jiménez.

       

       https://yolandajimenezescritora.wordpress.com/terapeuta-2/

       

      Terapia de afecto

      «Lo que cura es el afecto: no hay terapia sin simpatía», afirma Thomas Emmenegger.  Psiquiatra y emprendedor social
      Nació en Lucerna, Suiza, y vive en Milán, en pareja y tiene dos hijos. Es el jefe de servicio de la Organización Sociopsiquiátrica del cantón de Ticino, Suiza.
      Por: Ima Sanchís (La Vanguardia)

      Entrega

      Atiende a personas, no enfermedades. Desde sus inicios luchó por la abolición de las medidas coercitivas (habitaciones de aislamiento, atar a los pacientes..) y lo ha implementado con éxito en el hospital público suizo del que es jefe de servicio. En 1996 fundó la empresa cultural y social sin fines de lucro Olinda en un viejo hospital psiquiátrico de los suburbios de Milán en la que enfermos mentales y jóvenes del barrio gestionan y trabajan en su restaurante, bar, catering, albergue, hotel, teatro… Desarrolló proyectos internacionales de salud pública para la OMS . Ha participado en el V Congrés Català d’Infermeria de Salut Mental , organizado por la Associació Catalana de Salut Mental, en el hospital de Sant Pau .

       

      Juan Peláez: dibujo

      Todos los locos son tristes?

      Ni mucho menos. Lo son si están solos.

      ¿Qué ha entendido?

      Que todos somos diferentes incluso en la enfermedad mental. El diagnóstico no nos dice nada de la persona, para cada esquizofrénico hay que buscar un camino. La institución psiquiatra se debe adaptar a la singularidad de la persona.

      No es fácil.

      Pero es hermoso.

      Un psiquiatra suele recetar.

      El fármaco es una muleta que ayuda a contener los síntomas pero no cura. Lo que cura es la relación y el afecto. No hay terapia sin simpatía.

      ¿Entre médico y paciente?

      Sí, y enfermeros y pacientes. Cuanto peor está una persona más relación de afecto necesita.

      ¿Es proporcional?

      Un enfermo mental no suele tener sólo un problema clínico, también tiene un problema social: ha perdido la casa, el trabajo y se ha peleado con los suyos. Está solo. Es necesario ayudarle a reconstruir las oportunidades sociales para que pueda reencontrar su camino.

      No es práctica habitual entre psiquiatras.

      Para quién trabaja en una institución pública debe ser una práctica cotidiana. Nosotros no tenemos maquinarias complicadas, sólo tenemos nuestro conocimiento y afecto. Hay que tener una relación intensiva con los enfermos.

      ¿Cómo de intensiva?

      Hemos calculado que cuando llega una persona en crisis psiquiátrica la media son dos horas con ella, algo que es muy difícil desde el punto de vista organizativo pero indispensable si quieres construir una relación.

      Me sorprende usted.

      Lo primero es comprender, y para eso tienes que escuchar, hacer preguntas no estandarizadas, tener paciencia y dar crédito a la persona. No se trata de controlar, de encerrar, de calmar con fármacos, sino de establecer una relación.

      Póngame un ejemplo.

      A un suicida no hay que encerrarlo para que no lo vuelva a intentar sino estar con él.

      ¿Y eso cura?

      Sí, la dedicación intensiva en los momentos de crisis allana el camino para poder seguir trabajando con la persona. Sin embargo, si el primer encuentro se reduce a encerrarlo en espera de que pase la crisis el seguimiento es muy difícil porque falta la confianza, la relación.

      ¿Hasta qué punto somos sólo química o somos algo más?

      Antes pensábamos que el cerebro no se puede regenerar, hoy sabemos que tiene una capacidad transformadora de sí mismo.

      Usted es un abanderado en contra de la sujeción física.

      De todas las medidas coercitivas: puertas cerradas, atar a la gente a la cama y las habitaciones de aislamiento. Llevo años aplicando mi programa y mi receta en un hospital público: tiempo de conversación con el paciente, y gracias a eso hemos eliminado esas medidas.

      ¿Y si la persona es muy agresiva?

      Le pondré un ejemplo: la policía nos trae a un hombre enmanillado con una grave crisis maniaca, agresivo y agitado. Tras dos complicadas horas de conversación consigo entender que se ha dejado la puerta de casa abierta.

      Y eso le preocupa y le altera.

      Le acompañamos a su casa con la condición de que vuelva y acceda a tomarse los fármacos en lugar de inyectárselos a la fuerza.

      Necesita personal muy especializado.

      Necesito personal motivado. Y sale rentable.

      ¿Y pasada la crisis?

      Tenemos un programa personalizado dentro y fuera del hospital. Hemos creado un equipo que visita a los enfermos en su casa, a algunos dos veces al día. Hay que ayudarles en el plano social porque la soledad es terrible. No los puedes abandonar, si lo haces volverán al principio.

      Ha creado usted una oenegé en un antiguo hospital que les da trabajo.

      Es un proyecto que inicié hace veinte años en el antiguo hospital psiquiátrico de Milán que hemos transformado en un espacio para la ciudad. La antigua cocina es hoy un teatro, la capilla ardiente un restaurante, el convento un hostal.

      ¿Se puede comer, dormir, ver teatro…?

      Sí, y se puede encontrar trabajo y amigos. Realizamos multitud de proyectos: con 40 pacientes y abuelas del barrio hacemos pasta fresca que vendemos a restaurantes; catering, un laboratorio de teatro con jóvenes del barrio y pacientes que les ayuda a descubrir sus talentos y donde se hablan quince lenguas diferentes.

      ¿Y eso?

      Es la composición de la periferia urbana de Milán: asiáticos, africanos, latinoamericanos… Nuestras obras son tan famosas como nuestras pizzas, la gente viene y paga por ello. Trabajamos con productos de mucha calidad y lo hacemos muy bien. Somos un proyecto sostenible.

      ¿El poder de la determinación?

      Debemos creer en nuestra capacidad transformadora, no sólo somos objetos del destino, podemos contribuir activamente en hacer un pedacito de historia, aunque sea homeopático.

      ¿Es duro trabajar con enajenados?

      Es una fuente de enorme riqueza. Los límites de la normalidad los definen miedos y prejuicios, pero ese confín se puede ensanchar y en esa frontera hay autenticidad.

      ¿En qué cree usted?

      Todos tenemos una capacidad emancipadora dentro, hay que descubrirla y hacerla emerger.

       

       

      Por: Ima Sanchís

      Publicado en La Vanguardia, «A la contra»

       

      Escritura terapéutica: ejercicios sencillos

      Todos hemos pasado por etapas de gran ansiedad y angustia en nuestra vida. Ningún ser humano está exento de problemas, y hay veces que debemos sobrellevar pesadas cargas. Los ejercicios de escritura terapéutica son una fantástica manera de enfrentarnos a estos sentimientos dañinos, que además de dolorosos, una vez escuchados no valen para nada.

      Hace siglos que la pluma y el papel han demostrado ser más que meros elementos. Su labor no es solo tomar notas o redactar: son el vehículo que da rienda suelta a nuestras emociones, que nos permite expresarnos sin temor y que moldea nuestros sentimientos. ¿No es acaso la lectura la mejor (y más sana) actividad para evadirse? Gracias a ella nos transportamos a mundos recónditos y nos encontramos con nosotros mismos. Así pues, ¿no debe cumplir la escritura una función similar?

      En los años 60, el psicólogo estadounidense Ira Progoff estableció por primera vez el Método de Diario Intensivo, que consistía, efectivamente, en escribir un diario. Desde entonces, numerosos estudios avalan la utilidad de esta práctica, que se ha convertido en algo cada vez más usual. Pensemos que los ejercicios de escritura terapéutica cumplen una función muy importante. Son fáciles y pueden realizarse en cualquier lugar, y cualquiera, tenga el problema que tenga, puede llevarlos a cabo. Vamos a conocerlos un poquito mejor.

      5 ejercicios de escritura terapéutica

      Para empezar, solo necesitamos de un bolígrafo y una hoja de papel. Debemos colocarnos en un lugar donde podamos sentirnos relajados y cómodos, a ser posible lejos del ruido. Si así lo deseamos, es posible añadir algo de música suave que armonice el ambiente.

      Las velas aromáticas y los ambientadores también son una buena recomendación. Tenemos que tratar de estar tranquilos, y a ser posible, solos.

      El diario de las cosas positivas

      Hay mucha gente que desde pequeña lleva un diario. En él se escriben datos curiosos, anécdotas y cosas interesantes que nos hayan pasado (aunque eso no siempre signifique noticias alegres). En este caso, el diario debe servir únicamente para apuntar todo lo positivo que veamos cada día.

      Y no, no es imposible. Tómatelo como un reto: cuando te levantes cada mañana, debes fijarte en todas las cosas buenas que haya a tu alrededor. Ve apuntándolas y por la noche, antes de dormir, léelas. Te asombrará comprobar que la vida no es tan gris como piensas.

      Pon en orden tus ideas

      Coge el bolígrafo y, durante media hora, escribe todo aquello que se te pase por la cabeza. Da igual que sean frases inconexas o sin sentido. También puedes dibujar, hacer listas de cualquier cosa que se te ocurra o apuntar nombres aleatorios.

      Aunque parezca una locura, te servirá para poner en orden tus ideas y para saber cuáles son tus sentimientos más íntimos. Es una buena forma de conocerte un poco más y de ahondar en tu propia psique.

      “Escribir es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos”

      -Alejandra Pizarnik-

      Desahógate

      Si algo te está haciendo sentir mal, escríbelo. Imagina que es una carta dirigida al motivo de tu descontento y desahógate. Expresa todo lo que piensas; tu dolor; tus miedos y tu rabia. Notarás un enorme desahogo y te sentirás mucho mejor cuando acabes.

      Luego, puedes elegir entre quemar la carta o dársela a la persona a quién va dirigida. Solo tú sabes si es buena idea o no: puede que te quites un peso de encima, pero también puede ocurrir lo contrario. Piensa en las consecuencias fríamente antes de actuar.

      Diseña tus sueños

      Redacta en un folio cuáles son tus metas. Seguramente sean muchas, algunas imposibles de visualizar en tu cabeza. Piensa en ellas y pregúntate, ¿de verdad es imposible conseguirlas? ¿No será que tengo miedo a fracasar? ¿Existe alguna alternativa más realista?

      Decidas lo que decidas, solo tú puedes saber hasta dónde estás dispuesto a llegar. Nadie va a juzgarte si fracasas, y de hacerlo, debe darte igual. Diseña la vida que quieres, visualízala y motívate. Motívate para seguir luchando por aquello que deseas, porque es mucho mejor intentarlo y caer, que quedarse siempre con la duda.

      La carta de los días malos

      Habrá días en los que todo lo verás negro. La tontería más insignificante hará que te enfades; discutirás con todo el mundo y pensarás que te has levantado con el pie izquierdo. Para estos malos momentos, procura tener una carta guardada en tu mesilla o en un sitio seguro: la carta de los días malos.

      Para ello, elige un día en el que te sientas muy feliz, y escríbete una carta a ti mismo. Dile a tu otro yo lo orgulloso que estás de él, y todas las cosas buenas que tiene.Posiblemente necesites ese chute de energía positiva cuando tengas el famoso “día malo”, así que mantenla a buen recaudo.

      Los ejercicios de escritura terapéutica son una gran ayuda, especialmente en las épocas en las que no nos sentimos bien o necesitamos un extra de confianza. Nos enseñan a poner orden en nuestros pensamientos y a reciclar los sentimientos; constituyen, en definitiva, un gran apoyo emocional que muchas veces las personas no pueden o no son incapaces de brindarnos.

       

       

      Fuente: http://www.lamenteesmaravillosa.com

      El poder del contacto físico

      Somo seres de piel y por lo tanto de contacto. En éste reside un gran potencial básico para sentir y expresar el cuerpo, las emociones, los afectos, la seguridad , la madurez, el aprendizaje, etc. En definitiva, el contacto físico es fundamental para la vida. Son muchas las evidencias que demuestran como condiciona la influencia de ejercer más o menos contacto físico. Desde el campo de las actuales terapias breves, se aborda como punto de partida en el conocimiento de uno mismo y de las relaciones que establecemos con los demás, con nosotros y con el mundo. En Terapia Gestalt, el contacto físico es la base en el desarrollo de la profundización terapéutica.

       A continuación,  comparto un artículo interesante sobre esta tema:

      En 1945, el médico austriaco René Spitz estudió un orfanato que le ofrecía cuidados adicionales a los niños para asegurarse de que no contrajeran enfermedades. Los niños recibían alimentación y atención médica de primera calidad pero, con el fin de reducir su contacto con microbios, prácticamente no los tocaban. El enfoque fue un desastre. El 37 por ciento de los bebés murió antes de los 2 años.

      Resulta que el contacto físico empático es esencial para la vida. El contacto físico cercano involucra emociones y contribuye a que se produzcan las conexiones del cerebro.

      El poder de este tipo de contacto físico amoroso es perdurable. El famoso estudio Grant analizó a un grupo de hombres que habían asistido a Harvard en la década de los cuarenta. Los hombres que crecieron en hogares amorosos percibieron un 50 por ciento más de ganancias en el transcurso de su carrera profesional que aquellos que no recibieron tanto cariño. También padecieron muchas menos enfermedades crónicas y presentaron un índice menor de demencia en la edad avanzada. Un hogar amoroso era el mejor predictor de buenos resultados en la vida.

      Así como el poder del contacto amoroso es sorprendente, el poder del contacto físico invasivo es terrorífico. Christie Kim, de la Universidad de Nueva York, analizó las investigaciones acerca de las víctimas de abuso sexual infantil. Esas personas experimentan altos niveles de ansiedad a lo largo de su vida; reportan mayores niveles de depresión durante décadas, así como un gran sentimiento de culpa. Son dos veces más propensas a volver a experimentar una victimización sexual.

      Las personas pueden tener diversos tipos de interacción y experimentar distintas clases de maltrato durante cada año. Pero hay un aspecto único acerca del contacto físico positivo o negativo. El contacto físico emocional altera el corazón y el alma en formas, sobre todo, inconscientes. Tener apenas un atisbo de sus implicaciones puede requerir toda una vida de análisis.

      Por esta razón, las culturas de todo el mundo han abordado el contacto físico emocional como algo aparte. Los griegos utilizaron la palabra “eros” para describir el impulso de tocar y con ella se referían a algo más grande y profundo que el mero placer sexual. “Los animales se reproducen y los humanos tienen eros, y no se puede abordar ninguna ciencia exacta sin hacer esta distinción”, señaló Allan Bloom.

      Las religiones abrahámicas tratan el sexo como algo sagrado y hermoso cuando se hace bajo el amparo del amor y la ley, pero lo ven como algo trastornado y con el poder de destruir la paz cuando no se rige por dichas normas.

      Durante los últimos cien años, más o menos, los pensadores vanguardistas de Occidente han trabajado para eliminar el aspecto vergonzoso del sexo, lo que en definitiva es algo bueno. Pero también han eliminado los mitos a su alrededor. Recientemente, Elizabeth Bruenig escribió en el Washington Post: “Uno de los principales resultados de la revolución sexual fue establecer que el sexo es igual que cualquier otra interacción social —no hay nada prohibido ni nada que merezca respeto—”. El sexo es visto como un asunto físico superficial y social, no como algo que altera el corazón y el alma.

      Uno de los efectos involuntarios de esta desilusión radica en que se torna sencillo subestimar los riesgos inherentes a cualquier encuentro. Ahora se está criticando a la mujer que habló en un artículo sobre su cita con el comediante Aziz Ansari, pues lo que le ocurrió no se parecía a lo que pasó con las víctimas de Harvey Weinstein y Louis C. K. No había una dinámica de lugar de trabajo con una relación de poder y no hubo una evidente violación del consentimiento. Al parecer, la suposición reside en que, mientras haya consentimiento entre dos adultos, todo lo demás es aceptable.

      Por supuesto que esa idea establece un límite muy bajo. Todo lo que sabemos acerca del contacto físico sugiere que, incluso teniendo plena autorización, la calidad emocional de un encuentro puede tener profundos efectos positivos o negativos. Si, en efecto, Ansari trató a la chica con frialdad o negligencia, es razonable pensar que la vergüenza que ella sintió solo era la superficie de una herida mucho más profunda. El sexo negligente y deshumanizante no es acoso, pero sí es otra de las formas de provocar un daño grave.

      Un contacto físico emocional que resulta desilusionante también ocasiona que las personas subestimen la forma en la que las experiencias pasadas moldean la conducta. Dos escritores que admiro profundamente criticaron a la mujer que protagonizó el episodio con Ansari por no ejercer su voluntad. Si estaba incómoda, podía haberse vestido y subido a un taxi.

      Pero así no funciona la voluntad. No se trata de una tarjeta que se pueda sacar del bolsillo y colocar sobre la mesa. Se aprende, no se nace con ella. Y una de las cosas que merma la voluntad con mayor fuerza es el daño sexual.

      Abusar de la intimidad merma todos los cimientos de la voluntad: la autoestima, la resiliencia y la autosuficiencia (la creencia de que puedes controlar la situación). Una persona que vive inmersa en una cultura de encuentros supuestamente breves y apasionados es más propensa a no ejercer su voluntad si se siente incómoda. Es responsabilidad de su compañero ser sensible ante esta posibilidad.

      Todo ser humano ha tenido mejores y peores experiencias. Todos nos equivocamos. Y yo detesto la manera en la que el sitio Babe, el que publicó la historia de la cita con Ansari, violó la privacidad de todos los involucrados en ese caso. Pero me parece que el inicio del sentido común es tomarse en serio el poder del contacto físico y considerarlo como algo que puede tener profundos efectos positivos y negativos.

      Al parecer, mientras más diestros somos con los aspectos tecnológicos, más torpes nos volvemos en las relaciones sociales. Vivimos en una sociedad en la que la soledad, la depresión y el suicidio están al alza. Al parecer cada vez nos tratamos peor. El principio moral rector no es complicado: intenta tratar a los demás como si tuvieran corazones valiosos y almas infinitas. Lo demás llegará por sí solo.

      Por  David Brooks

      Fuente: www.nytimes.com

       

      La energía sexual

      La energía sexual es una fuerza enormemente creativa. Venimos de ella. Es la madre de todas bioenergías humanas, la que puede alimentar a todo nuestro ser si la cuidamos y bebemos de ella. Cada vez que la energía se expanda por nuestro ser durante una experiencia sexual, puede ser un gran alimento en todos los niveles, resucitar y llenar todo con vida.

      Obviamente, nos trae placer y felicidad, y mucho más cuando estamos en armonía con ella. Pero la energía sexual también es uno de nuestros recursos más poderosos. No es solamente una carga para nuestra salud, juventud y longevidad sino también una fuente que provoca un impacto transformativo sobre nuestro ser entero, desde las emociones más pequeñas hasta nuestras metas espirituales y la creatividad. Por eso la tradición Tántrica utiliza la Kundalini para el crecimiento personal y el proceso creativo, mientras en la tradición Taoista es un área importante de medicina y vitalidad.

      La energía sexual es completamente positiva, no puede hacer daño. Su función es crear vida. La única razón por la que a veces sufrimos en el sexo es porque una experiencia sexual no es armonizada con nuestra energía sexual, sea por culpa de otra persona o por nuestra propia falta de conocimiento y habilidad para acceder a ella.

      La energía sexual es una fuerza muy antigua, tiene su propia dinámica y sus leyes universales. Hay cosas que la alimentan, cosas que le hacen daño, cosas que la ayudan a fluir, cosas que la paran. No confundir con las leyes humanas de moralidad, estos son simplemente una realidad en nuestro Universo, como la gravedad por ejemplo, y no podemos elegirla.

      Sin embargo, muchas veces no somos conscientes de esas realidades, o intentamos controlarlas, bloqueando la energía y limitando nuestras experiencias. Tenemos mucho que ganar si comprendemos bien esta energía y los principios que la mueven, si dejamos que la energía se mueva de una manera armónica. No tiene que estar en conflicto con la variedad, espontaneidad, exploración, romanticismo, amor y deseo, solamente tenemos que armonizarlos con las realidades de la energía sexual. De hecho, hay mucho más aun de belleza, amor y placer cuando vamos a favor de la energía y no en su contra.

      Cuando tratamos la energía sexual de manera que la dejamos crecer libremente, no solamente descubrimos un gran recurso para salud, juventud, bienestar, vitalidad y crecimiento personal. Armonizarse con una energía sexual fuerte y de buena salud nos sube a nuevos niveles de placer, vida sexual de plenitud y amor profundo entre parejas.

      Con un enfoque y práctica sexual adecuados, las mujeres podrían utilizar su propia energía sexual para limpiar y armonizar su cuerpo, corregir las distorsiones en el flujo de la energía sexual, quitar las restricciones y encontrar un nuevo poder en una energía sexual más libre, más sana y más fuerte.
      Fuente: Terapia Sexitiva (Facebok)

      Sueño lúcido: un potencial terapéutico

       

      El potencial terapéutico del sueño lúcido es una de las ramas  que más interés suscita en la comunidad de estudiosos profesionales de este fenómeno de conciencia, a la vez que una de las que menos atención ha recibido.

      (C) Yolanda Jiménez

      Esto es comprensible porque la gente cree que ya en sí mismo acceder al sueño lúcido es suficientemente difícil, y todo va cubierto de un halo mítico y misterioso que no permite tomar en cuenta la siguiente perspectiva: si nuestros miedos o padecimientos psicológicos están hechos de la misma materia que nuestro inconsciente, y a través de los sueños accedemos naturalmente (durante un tercio de nuestra vida) a la experiencia onírica, ¿por qué no permitirnos explorar su potencial terapéutico, incluso por el hecho de que de todas formas vamos a pasar muchos años de nuestra vida durmiendo?

      Robert Waggoner es uno de los expertos en el sueño lúcido que se ha dado a la tarea de analizar este fenómeno con mayor detenimiento. Después de la publicación de su libro Lucid Dreaming: Gateway to the Inner Self, Waggoner comenzó a recibir correspondencia de personas que afirmaban haber superado padecimientos como estrés postraumático o ansiedad extrema utilizando sus sueños lúcidos como zona de pruebas o simulacros para superar los sentimientos destructivos y tomar el control de sus vidas en sus propias manos.

      Según Waggoner, soldados que vuelven de la guerra así como personas que han experimentado terribles dolores físicos (como el trauma de la amputación de un miembro) han encontrado alivio al volver a ponerse en la situación traumática durante el sueño lúcido. Y es que la lucidez onírica no es accidental: va de la mano con la intención del onironauta, intención que debe ser perseguida en la vigilia.

      Así, si alguien desea volver a vivir una situación angustiante para analizar sus reacciones y sentimientos puede hacerlo en la seguridad del sueño lúcido: cosas tan «simples» como reunir el valor para subirse a un vuelo comercial o presentar una tesis de doctorado pueden ser experimentadas sin salir de  nuestra cama.

      El potencial curativo del sueño lúcido es descrito en forma de una larga tirada de preguntas retóricas, a las que por descontado (y con diversos ejemplos contenidos en sus libros), Waggoner responde con un sonoro «sí»:

      «¿Podrías utilizar el sueño lúcido para curar otras enfermedades mentales y emocionales? ¿Podría el sueño lúcido resolver fobias de la vigilia, como el miedo a volar? ¿Podría el sueño lúcido ayudar a un adicto a mantenerse limpio y sobrio? ¿Podría el sueño lúcido resolver el sentimiento de vaga ansiedad de una persona que sufre de ella?»

      A diferencia de aprendizajes tan poco costosos monetariamente como los libros, soñar no cuesta nada y puede ayudarnos a traspasar esos umbrales imaginarios, esas jaulas invisibles en las que nos hemos encerrado a nosotros mismos.

      Fuente: pijamasurf.com

       

      En Terapia Gestalt, trabajamos con los sueños, por medio de representaciones, interpretando diferentes personajes. Se trata de averiguar qué mensaje existencial nos traen los sueños. Reconocerse, en resonancia con partes de uno mismo. Encontrar un sentido  y descifrar el contenido.

      Si te interesa este trabajo terapéutico, puedes dejarme un comentario (arriba a la izquierda), con tu email y te contactaré.

      Yolanda Jiménez. Terapeuta

       

      Porqués o paraqués. Una historia de amor, dolor, aprendizaje

       

      Yolanda Jiménez

      Había llegado al ecuador de su vida, al menos desde su imaginación. Nunca se sabe hasta cuando estaremos en este modo de existencia. Transitaba por esa mediana edad de los cuarenta y tantos, con la curiosidad abierta y con el aprendizaje que conservaba de las experiencias vividas.

      (C) Yolandqa Jiménez

      En los últimos años tenía por costumbre sonreír sin cortapisas desde el corazón. Desechaba las tristezas con determinación. Sus fantasías encajaban con aquella forma de expandirse y de sentir

      Dicen que tras la tempestad, viene la calma, ¿o es al revés? En aquel tramo de su ascensión por la montaña de la vida, sintió ahogo. Se detuvo en un repecho. Sus ojos solo podían mirar detrás. Se asomó al abismo. Era una mañana soleada de invierno. Sintió frío. Un frío intenso que se colaba hasta sus entrañas, lastimando su ser.

      Contempló sus últimos años. Su vida desde aquella primera parada importante. Recordó aquel momento del pasado en el que atravesó un nuevo septenio vital. Dicen que cada siete años hay un momento significativo en nuestras vidas. Entonces, ella no lo sabía. Hubo mucha emoción, dolor, reflexiones y aparentes sinsentidos. Se desbordaron sus ríos.

      Hoy se vio. Había remontado desde un hoyo, esforzándose en cada paso. Había sentido la felicidad explotando por todos sus poros. Había experimentado la libertad de elegir su camino. De aprender. De acometer nuevos proyectos. De abrir nuevos caminos. De expandir su corazón con toda la fuerza del amor. Descubrió riqueza. Se autodescubrió.

       

      (C) Yolanda Jiménez

      Hoy, de nuevo, allí parada en el ahogo de sus dudas, le asaltaban preguntas incontestables. Los porqués torturan. Incapaz de formular un para qué. ¿Acaso no era suficiente? ¿Suficiente para quién? ¿Para él? ¿Para sí misma? No podía evitar el regusto antiguo del fracaso en su paladar. La exclusión de quedarse fuera, desplazada a un lugar y un tiempo pequeños, invisible. Quería sentirse en una prioridad que la vida le negaba. Ni siquiera una igualdad. La balanza estaba descompensada. Ella perdía. El hombre  amado se deslizaba sobre otra feminidad. Se repetía su papel secundario en un doloroso reparto teatral

       

      El estómago cerrado y el sueño ausente. La tristeza instalada en su alcoba y las lágrimas acompañando sus días, sus noches inquietas. Encogida, imaginaba el confort del útero materno, desde la postura fetal en la que se consolaba. Ahora ya no sabía si lo vivido fue real. Para ella, sí, sin duda fue real, como lo es ahora: ella le ama, con toda la poderosa fuerza de su existir… ¿Por qué?, ¿para qué?

       

      Pero ¿Qué es realidad?, ¿Puede ser lo mismo para dos personas distintas?, ¿Qué hacer con lo que sientes?, ¿Quieres sentirTE, TÚ?, ¿Quieres conectar contigo y acariciar tus emociones?

      Si estas interesado/a, me permito sugerirte un camino  de descubrimiento en mis sesiones terapeúticas. Puedes dejarme un comentario (arriba a la izquierda), con tu email y te contactaré

       

      Yolanda Jiménez.

      Carta a una desconocida conocida.

       

      Yolanda Jiménez

       

      Te escribo a ti. A ti que sonríes. A ti que amas con la valentía de tu corazón generoso. A ti que te expandes. A ti que te valoras. A ti que hoy estás triste. A ti que estás inquieta. Tus manos tiemblan conteniendo una emoción que se desliza por tus mejillas, humedeciendo tu enrojecida piel. Te traiciona. Te muestra. A ti, que hoy te flojean las rodillas y te castañetean los dientes. A ti, cálida sirena desorientada en un mar incierto.

       

      Un frío excepcional te paraliza las entrañas. Una conocida sensación se apodera de ti. Una vez más inmersa en un triángulo no elegido, o quizá sí, por omisión, consentido. Es difusa la línea que separa el respeto y el sigilo del vacío existencial; Apátrida de una intimidad minada de inoportuna desconfianza. Un recuerdo de otro tiempo pinta el dolor de tocar fondo. Agudas pinceladas sobre un delicado fondo componen un bodegón repetido.

      Yolanda Jiménez. (Técnica: pastel)

       

      Asomada al abismo de la exclusión, existes en otra forma. Imposible no compararte en esta. Te exiges. Te preguntas lo incontestable. Resentida tu autoestima cuestionas tu feminidad poderosa. Te rindes ante la evidencia de un reparto teatral donde otra vez te tocó un papel secundario. Interpretarlo es mendigar. Es recibir las migajas de un tiempo que desearías grande. Un tiempo negado. Un tiempo que no existe para ti.

       

      “Sea fácil o difícil, el amor nos tortura por igual: cuando es fácil, nos hace prisioneros; cuando es difícil, peleamos con él”

      – Séneca –

       

      “¿Estás seguro de que tu Eros es tan atípico de estas décadas? A lo mejor sí, cómo puedo saberlo. Yo no puedo juzgar. La voluntad de cada cual es su reino de los cielos. Bueno sí, yo siempre te querré, no importa cuántas veces cambies de amante

      – Juan Luis Conde – (El abrigo de Thomas Mann). Extracto de una carta de Golo Mann al autor.

       

      ¿Cómo estas? – Triste

      ¿Cómo es esa sensación? – Estoy inquieta. Me tiemblan el pulso y las rodillas. Mi estómago se pierde en un vacío de dolor agudo.

      ¿Dónde estás? – En un triangulo isósceles. Muy lejos de la base. Haciendo equilibrios en un vértice elevado y peligroso.

       

      ¿Qué haces con esto?, ¿Puedes sostenerlo?, ¿Quieres encontrar un sentido, un aprendizaje?, ¿Quieres descubrir todo tu potencial y recuperar tu autoestima?

      Te propongo un acercamiento a tu «yo» más íntimo.  Un exploración para  descubrir tus «darte cuenta», más allá de tus emociones. Un viaje apasionante donde puedas decidir los cambios que quieres hacer en tu vida y realizarlos. Recuerda que «Se feliz es una opción».

       

      Si estás interesado/a, puedes contactarme, dejándome tu comentario (arriba, a la izquierda), con tu email y  te  escribiré.

       

      Yolanda Jiménez

      https://yolandajimenezescritora.wordpress.com/terapeuta-2/

       

       

       

       

       

      Nada es perfecto: la vida duele a veces

       

      «Hay que asumir que la vida duele a veces, que no hay nada perfecto».

      Entrevista a Joan Garriga, que  imparte  un seminario de constelaciones familiares, o cómo resolver conflictos que están enterrados

      El concepto «constelaciones familiares» suena un poco extraño. «A estrellas, a universo, a ese tipo de cosas», dice Joan Garriga. Él, que es un experto en la materia, explica que todo viene de una mala traducción. «Yo habría elegido otra palabra. En vez de constelaciones, hablaría de configuraciones familiares», dice. Sea como fuere, Garriga está en Vilagarcía para impartir un seminario al que acuden tanto profesionales que quieren conocer más sobre una terapia «que forma parte de una tradición muy seria», como personas que buscan «revisar sus asuntos».

      -¿Qué son las constelaciones familiares? ¿Las tensiones más o menos invisibles que hay alrededor de una mesa durante la comida familiar del domingo?

      -Esa escena de comida de domingo sería la superficie de las cosas. Las constelaciones familiares van a la hondura para comprender la dinámica de cosas que a veces no son visibles. Una constelación es una representación de aquellos miembros de la familia o de aquellos vínculos que guardan una relación con un problema que uno tiene y con la solución que necesita. Desde esta perspectiva, lo más importante es qué hechos ha habido en el sistema familiar que no han sido aceptados, integrados, reconocidos, solucionados. Constelaciones es una herramienta que saca a la luz asuntos claves y permite abordarlos, comprenderlos, encararlos y solucionarlos, de manera que algunas dinámicas no tengan que repetirse. Trabaja mucho con los órdenes del amor.

      -¿Los órdenes del amor?

      -El amor se da, pero no siempre basta. Se necesita que vaya en la dirección del buen amor. Que en la familia no haya personas excluidas, un abuelo que se fue, alguien que mató a otra persona, un aborto… Hechos dolorosos que hacen que se excluya a una persona. Pero la realidad no puede ser burlada. Y los miembros que han sido excluidos, misteriosamente, vuelven, y su papel es representado por otras personas. Además de no excluir a nadie, en la familia es necesario que cada uno esté en el lugar que le corresponde. Que el hijo sea el hijo y el padre sea el padre. Que en la pareja estén el uno al lado del otro.

       

      -¿Ante una situación traumática, qué hay que hacer?

      -Hay que reconocer lo que ha pasado, llorar, hacer el proceso emocional necesario para al final poder aceptarla e integrarla. La clave de toda cura y de todo bienestar es la aceptación. Y la clave de todo malestar es el rechazo. Si aceptamos, estamos más libres. Si no, estamos atados y va a tener consecuencias: como una vez me ocurrió algo malo, voy a vivir siempre una vida de mierda. Hay demasiada gente atrapada en eso. El buen amor conduce a la vida, el mal amor mira al pasado y pivota sobre el pasado. Demasiados conflictos no resueltos con los padres se llevan a la pareja, a los hijos.

      -¿Una cosa pequeña enterrada sin haberla asumido bien puede acarrear problemas?

      -Las cosas dependen de la actitud con la que se vivan. Una vez tuve una paciente que decía que cuando tenía 13 años le había pasado algo terrible. Al final era que había pasado un año en un internado. Tengo la sensación de que estaba promoviéndose como víctima, y que si no fuese el internado hubiese sido otra cosa. Hay heridas y heridas. He visto gente con heridas graves que salen bien y se desarrollan bien. Las cosas pequeñas… Creo que hay que retirar de los hijos la idea de que todo debería ser perfecto. Hay que asumir que la vida duele a veces, que nada es perfecto. A fin de cuentas, si dependiera de los padres, todos los hijos estaríamos muy bien.

      -Pero a lo mejor no estamos dando a los niños los modelos que necesitan.

      -Yo introduciría en el modelo educativo una educación para los afectos, para los sentimientos, para los vínculos. Sería algo más que educación emocional. Podemos decir que un niño tiene derecho a tener rabia, que es una emoción legítima. Y es verdad. Pero a lo mejor ese niño siente rabia porque sus padres no se sujetan bien en la vida. Y es más importante hacer que los padres se sujeten bien en la vida porque la rabia, si se cronifica, acaba siendo disfuncional. Sí que hay que permitir las emociones, pero hay que entender a dónde se dirigen. Y si se repiten mucho, hay que estar atentos, buscar cuál es su origen, cuál es su función, cuál es su sentido.

      -Ahora está de moda el concepto «gente tóxica», pero más que la gente, lo tóxico serían algunas relaciones…

      -Si nos ponemos a hablar en este lenguaje, que levante la mano quien no tenga toxicidad. Dicho esto, a mi no me gusta pensar en personas buenas y malas. Sí es cierto que hay personas más beneficiosas y otras más problemáticas. Evitar a las personas tóxicas es un buen consejo, pero habría que preguntarse qué es lo que hace que a uno le atraigan este tipo de personas. Yendo más allá, las personas que tienen a generar relaciones turbulentas, seguramente son corazones heridos. No me parece interesante ir condenando a la gente. En un mundo que perpetúa la idea de buenos y malos, la sola idea ya es violencia. Yo no veo claro eso de decir este al cielo, este al infierno. Eso que lo haga Donald Trump, que lo hace muy bien. Este hombre vive con la idea de que hay enemigos, y si eso es así es porque la agresión está dentro de él. Habría que hacer un buen análisis psicológico de los políticos. Habría unos cuantos que saldrían muy bien parados, por su vocación de servicio, pero la política está sembrada de narcisistas y psicópatas.

       

      Por: rosa Estévez.

      Publicado en: http://www.lavozdegalicia.es

       

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