Inventario de una bolsa de plástico

 

(c) Yolanda Jiménez

Blanca, común, dos asas,

tamaño estándar.

¿Qué cabe en una bolsa de plástico?

¿Cuánta versatilidad es posible?

verduras, zapatos,

ropa, sueños, ilusiones…

Esta bolsa de plástico está

atada  por las asas;

dos nudos sobrepuestos

que desato con minucia.

Sé lo que hay dentro,

(c) Yolanda Jiménez

no sé qué hacer con ello;

sé que algo está descolocado,

no sé cómo ordenarlo.

Pero me atrevo a abrirla:

voy a lavar todo el contenido.

Voy a reutilizar la bolsa

para el cubo de la basura.

Y colocaré todo limpito

en una nueva bolsa…

 

 

-Yolanda Jiménez-

Después… un poema para hoy

 

Después

 

(c) Yolanda Jiménez

Después del abrazo,

después del viaje,

después del amor…

 

Te vi reflejado

en mi espejo invertido.

Te vi alejarte de mi lado

mirando hacia tu casa.

Te vi con la mochila en la espalda

camino de tu espacio.

Te vi vestido de sonrisa

en tu silueta de Quijote,

te vi en el diez del calendario.

 

Te veo engrandecido

en el reloj mi adentro.

Te veo en tu íntimo viaje

con tu equipaje de paso

en el diez de otro mes.

 

 

-Yolanda Jiménez – 

Platón y el amor

 

Platón nos habla en su obra El Banquete de tres tipos de amor:

Eros, Philia y Ágape.
– Eros: Es el amor que toma, divinidad del amor en los griegos, Eros es el símbolo del amor en su dimensión carnal.

(c) Yolanda Jiménez

El amor que se siente por el otro, está directamente unido a la percepción que se tiene de él y no a lo que es realmente.
– Philia: Es el amor que comparte, es decir, que toma y da. Es el estado de la amistad en el amor, en que se busca conocer a la pareja, pero también es el momento en que se observa su manera de ser.
– Ágape: Es el amor que da. Es el amor incondicional, en el cual se acepta al otro tal como es. Es dar sin esperar nada a cambio. Se trata de una relación en la que se decide buscar activamente el bienestar del otro.

 

Fuente: “El hombre y la mujer” Ediciones Fundación Rosacruz

Noche

 

(C) Yolanda Jiménez

De luna y farolas

de fantasías o de sueños.

El misterio de unos ojos,

linterna de mis noches.

Sedas de piel y luna

 

-Yolanda Jiménez –

Poesía y cerebro

 

Esto es lo que pasa en tu cerebro cuando lees una poesía:

La poesía son dardos con forma de palabras que van directo a la parte más emocional de nuestro cerebro. Hay poemas que despiertan un auténtico tsunami emocional y hacen que se nos pongan los pelos de punta, como la “Primera Elegía” de Rainer Maria Rilke, cuyas estrofas dicen:

 

(c) Yolanda Jiménez

La belleza no es nada sino el principio de lo terrible,

lo que somos apenas capaces de soportar, 

lo que sólo admiramos porque serenamente desdeña destrozarnos. 

Todo ángel es terrible”.

 

El terror que Rilke describe es el que sentimos cuando adquirimos un conocimiento más vasto, en ese momento nos volvemos conscientes de nuestras limitaciones y la complejidad del mundo, y nos damos cuenta de todo lo que no entendemos y no llegaremos a entender. Es una posibilidad bella y seductora pero a la vez muy aterradora.

La poesía tiene la capacidad de enviar potentes mensajes emocionales y activar la reflexión, si bien es cierto que el mayor placer que se encuentra al leer un poema, como cuando disfrutamos de una obra de arte, no proviene de la reflexión profunda sino de las sensaciones que experimentamos. De hecho, Vladimir Nabokov dijo que uno no debe leer con el corazón ni con el cerebro sino con el cuerpo.

Investigadores del Instituto Max Planck de Estética Empírica se propusieron explorar más a fondo cómo influye la poesía en nuestro cerebro, y los resultados de su estudio son fascinantes.

La poesía genera más placer a nivel cerebral que la música

Los investigadores pidieron a un grupo de personas, algunos de los cuales leían poesía con frecuencia, que escucharan algunos poemas leídos en voz alta. Algunos de los poemas pertenecían a poetas alemanes conocidos como Friedrich Schiller, Theodor Fontane y Otto Ernst, aunque los participantes también pudieron escoger algunas obras, entre las cuales se encontraban autores como William Shakespeare, Johann Wolfgang von Goethe, Friedrich Nietzsche, Edgar Allan Poe, Paul Celan y Rilke.

Mientras los voluntarios escuchaban los poemas, los investigadores registraron su ritmo cardíaco, las expresiones faciales e incluso los movimientos de los vellos de la piel. Además, cuando las personas sentían un escalofrío debían indicarlo presionando un botón.

Curiosamente, todas las personas, incluso quienes no leían poesía, reportaron escalofríos en algún momento durante la lectura y al 40% se les puso la piel de gallinavarias veces. Estas respuestas son similares a las que experimentamos cuando escuchamos música o vemos alguna escena de una película que genera una gran resonancia emocional.

Sin embargo, las respuestas neurológicas ante la poesía eran únicas. Los datos mostraron que al escuchar los poemas se activaban partes del cerebro que permanecen “apagadas” cuando escuchamos música o vemos películas.

Los neurocientíficos descubrieron que la poesía genera un estado que llamaron “pre-chill”; es decir, provoca una reacción de placer que se va construyendo lentamente a medida que se escuchan las estrofas. En práctica, en vez de emocionarnos repentinamente, como cuando escuchamos una canción, la poesía genera un in crescendo emocional que comienza hasta 4,5 segundos antes de que percibimos el escalofrío.

Curiosamente, esos picos emocionales ocurrían principalmente en determinadas posiciones dentro de los poemas, como al final de las estrofas y, sobre todo, al final del poema. Es un descubrimiento muy interesante, sobre todo teniendo en cuenta que el 77% de los participantes que nunca habían escuchado un poema también mostraron esas mismas reacciones y signos neurológicos que anticipaban los puntos emocionales álgidos de la lectura.

La poesía estimula la

(c) Yolanda Jiménez


memoria, facilita la introspección y nos relaja

Neurocientíficos de la Universidad de Exeter escanearon el
cerebro de un grupo de participantes mientras leían diferentes contenidos,
desde un manual de instalación de la calefacción hasta pasajes evocadores de
novelas, sonetos rimados y su poema favorito.

Estos investigadores descubrieron que nuestro cerebro
procesa la poesía de manera diferente a cómo procesamos la prosa. Se activa una
“red de lectura” peculiar que comprende diferentes zonas, entre ellas aquellas
relacionadas con el procesamiento emocional, que se activan fundamentalmente
con la música.

También apreciaron que la poesía estimula las zonas del cerebro
vinculadas con la memoria y partes del cerebro como la corteza cingulada
posterior y los lóbulos temporales mediales, unas zonas que se activan
fundamentalmente cuando estamos relajados o ensimismados en nosotros mismos.

Esto demuestra que existe algo muy especial en la forma poética que genera placer. De hecho, la poesía es una expresión literaria muy especial que transmite sentimientos, pensamientos e ideas acentuando las restricciones métricas, la rima y la aliteración.

Por tanto, no está de más insertar un poema al día en nuestra rutina .

 

Fuentes:

Wassiliwizky, E. et. Al. (2017) The emotional power of poetry: neural circuitry, psychophysiology, compositional principles. Social Cognitive and Affective Neuroscience.

Zeman, A. Z. et. Al. (2013) By heart. An fMRI study of brain activation by poetry and prose. Journal of Consciousness Studies; 20(9-10): 132-158.

 

Publicado en: http://www.rinconpsicologia.com

Nostalgia de la mujer

 

(c) Yolanda Jiménez

Mil años ante Ti son como un sueño.

Como de aguas el grosor de una avenida.

Hierba que en la mañana crece,

florece y crece en la montaña

aunque a la tarde es cortada y se seca.

 

¿Qué es el tiempo ante Ti, qué son los truenos

que blandes contra mí cuando me nombras?

Pavor siento a tu idea, te veo hosco

mirándome en la lumbre de tu Arcángel.

(c) Yolanda Jiménez

La espada Tú también, eres el filo

y el pomo que se aprieta con el puño.

 

Para verte a Ti mismo has nacido.

Por no estar solo con tu omnipotencia.

Soy la nada, soy de tiempo, soy un sueño…

que cortas sin amor…

Tú no me quieres.

 

– Carmen Conde-

Hay en la intimidad un límite sagrado – Ana Ajmátova-

 

(c) Yolanda Jiménez

Hay en la intimidad un límite sagrado

que trasponer no puede aun la pasión más loca

siquiera si el amor el corazón desgarra

y en medio del silencio se funden nuestras bocas.

 

La amistad nada puede, nada pueden los años

de vuelos elevados, de llameante dicha,

cuando el alma es libre y no la vence

la dulce languidez del goce y la lascivia.

 

Pretenden alcanzarlo mentes enajenadas,

y a quienes lo trasponen los colma de tristeza.

¿Comprendes tú ahora por qué mi corazón

no late a ritmo debajo de tu diestra?

 

-Ana Ajmátova –