«El terapeuta en Gestalt es una persona que está para la otra persona, que la acompaña en su proceso, no desde una postura de mayor sabiduría que su cliente sino al contrario. El terapeuta no es el protagonista de la terapia sino más bien un segundo papel. Es el cliente más bien el que tiene el papel primordial y el que tiene un papel activo en su proceso»
Comparto hoy la ultima entrega del resumen personal del libro de Serge Ginger: «La Gestalt. Una terapia de contacto».
La teoría del sí mismo
El sí mismo, es una manera de ser en el mundo, nuestra manera concreta de involucrarnos, expresarnos con nosotros y con el medio, que nos permite contactar con el presente. La frontera entre el sí mismo y el mundo se denomina frontera-contacto.
El sí mismo funciona de 3 maneras:
• La primera es la función del “ello”, relacionado con pulsiones internas, necesidades internas y su traducción corporal y funciona en actos como el respirar, caminar, es decir, en hechos automáticos.
• La segunda es la función del yo, en la que al contrario se trata de la elección o el rechazo consciente de mi toma de contacto conmigo o con el medio, la adquisición de mi responsabilidad a partir de una toma de conciencia. Es en esta función donde se producen los mecanismos de defensa o también denominados resistencias.
• La tercera y última de sus funciones, es la función de personalidad. Esta es la representación que el sujeto realiza sobre sí mismo, su imagen su idea de sí mismo, que construye el sentimiento de identidad.
El ciclo de contacto retirada de un hombre sano tiene un flujo permanente de formación y disolución de gestalts en relación a sus necesidades, las cuales identifica sin problemas. En este caso Ginger escoge la división de Goodman de este ciclo en cuatro fases: el precontacto, la toma de contacto, el pleno contacto y el poscontacto. Y en base a estas establece también las interferencias en el ciclo que se producen por pérdidas en la función del yo y que otros han llamado mecanismos de defensa, evitación o resistencias.
1 – La primera de ellas es la confluencia por la que no hay contacto porque no está delimitada la frontera-contacto y el sujeto no puede identificar el sí mismo. En principio a esta confluencia le sigue la retirada, pero a veces ésta no se realiza y dicha confluencia se vuelve crónica, y la persona vive con mucha ansiedad la separación. El terapeuta ha de trabajar sobre las fronteras del sí mismo, sobre los límites y sobre el sentimiento de miedo a ser abandonado
– La segunda de ellas es la introyección por la cuál se “traga sin masticar ni digerir” las ideas, los mandatos etc. Por lo que los “deberías…tienes que…” se encuentran interiorizados sin ninguna revisión. El terapeuta entonces busca desarrollar una independencia, un ser responsable y intenta encontrar si el cliente se refugia en estas introyecciones, incluso si ha introyectado principios de la Gestalt.

– La siguiente pérdida de la función del yo es la proyección contraria a la introyección. En la proyección, se tiene a transferir la propia responsabilidad al medio. En este caso el sí mismo se desborda e invade el mundo exterior. Como todo hay una proyección sana, y la patológica cuando se proyecta por regla, de manera sistemática. El sí mismo se encuentra perturbado atribuyo al otro lo que en realidad pasa en el interior de mí. Para trabajar terapéuticamente es mejor en este caso los grupos, de tal manera que el cliente confronta sus posiciones con los miembros del grupo. También un ejercicio interesante es el cambio de papeles, con el que también se produce una toma de conciencia.
– Por último la retroflexión en la que se hace a sí mismo lo que se quisiera hacer a los otros, o que los otros nos hicieran. En este caso yo invado mi mundo interior, y es sano hasta cierto punto. Pero cuando se vuelve crónica llega a ser patológica y producir somatizaciones. La terapia entonces debe consistir en la expresión de las emociones, amplificándolas con el uso además de objetos transaccionales simbólicos de tal manera que si es el caso llegue a una catarsis liberadora.
– Además de estas cuatro menciona Ginger algunas de otros autores como la deflexión en la que se evita o se desvía el contacto directo; y la proflexión en la que se hace al otro lo que quisiéramos que él nos hiciera.
– Añade una última el egotismo, que Goodman también consideraba. Se trata de reforzar la frontera-contacto, de tal manera que se hipertrofia el yo de manera voluntaria. El cliente se aferra a cosas conocidas sobre él como soy católico o soy inglés. Y centrarse mucho en uno mismo es normal y sano en terapia pero como todo no hasta el extremo.
La relación terapéutica en Gestalt
El terapeuta en Gestalt es una persona que está para la otra persona, que la acompaña en su proceso, no desde una postura de mayor sabiduría que su cliente sino al contrario. El terapeuta no es el protagonista de la terapia sino más bien un segundo papel. Es el cliente más bien el que tiene el papel primordial y el que tiene un papel activo en su proceso, por lo que la Gestalt prefiere llamarle cliente que no paciente que parece conferirle una connotación de pasividad.
Terapeuta y cliente se encuentran comprometidos en una relación dual, pero con papeles diferentes evidentemente. La implicación del terapeuta en la misma debe estar presente pero a la vez ser controlada. Se busca explorar con el cliente en un clima de simpatía, muy centrado en el cliente pero a la vez en él mismo y su mundo interno que puede compartir con el cliente.
Sin embargo no es el que dirige la sesión, pero tampoco se queda pasivo ante todo sino que su objetivo es permitir y favorecer la experiencia del cliente pero siempre cuidando la autenticidad del mismo.
Serge Ginger lo compara con una sustancia química catalizadora en la medida que el terapeuta acelere y amplifica reacciones con su presencia, aunque con dosis bajas, permite alcanzar el equilibrio más rápido, su poder está ligado su propio estado físico pero cuando finaliza la reacción se encuentra inalterado.
En la Gestalt no se niega el pasado pero lo que interesa en su manifestación en el presente, ya que cómo se viene repitiendo el fin de la Gestalt no es tanto el porqué, en este caso repasar los recuerdos perdidos, sino el cómo en el presente afecta eso. En relación a esto no se cuestiona los fenómenos de transferencia sino más bien su abordamiento terapéutico.

En cuanto a la neurosis de transferencia de la que hablaba el psicoanálisis y que usaba para favorecer la reaparición de comportamientos de la infancia, la Gestalt lo considera demasiado alienante para el cliente y prefiere llegar a dichos comportamientos a través del trabajo corporal, las emociones y los sueños. Lo que no se puede negar son los fenómenos de transferencia espontáneos que pueden ser usados en terapia para reactivar alguna situación antigua y así permitir un análisis en caliente, en vivo, experienciando de nuevo en el aquí y el ahora.
Anteriormente se comentaba la importancia de una implicación controlada por parte del terapeuta que tiene que alternar una afectividad, un sostén y una frustración. El terapeuta puede expresar su sentimiento para implicarse, no para explicarse, y de una manera selectiva y controlada pero no menos auténtica por ello. Esta expresión se usa como herramienta terapéutica de manera provisional. De la misma manera la contratransferencia será utilizada de manera deliberada devolviendo el comportamiento verbal o gestual del cliente. Esto puede favorecer un equilibrio del terapeuta y una toma de conciencia de los mecanismos de huida o resistencias por parte del cliente.
Después de todo lo expuesto, se ve claramente que el terapeuta de la Gestalt no puede, ni quiere permanecer indiferente a las experiencias humanas de sus clientes y se encuentra todo su ser interpelado en terapia. Y debido a este motivo el terapeuta gestáltico habrá tenido que trabajar todos sus problemas existenciales mediante su propia terapia personal y además supervisar también su actividad profesional con otros terapeutas calificados.
Además no se trata de que el terapeuta haya resuelto todos sus problemas, ya que esto será un proceso de toda la vida que regularmente el terapeuta tendrá que trabajar, sino que esos problemas sean abordados de una manera más tranquila y sin que lleguen a desbordarle. Los problemas existenciales más comunes son:
- La soledad.
- La duda.
- La agresividad.
- La sexualidad.
- La muerte.
Este trabajo también ayudará al terapeuta a saber dónde se encuentran sus límites y si en algún caso tiene que derivar al cliente, ya que, si se encuentra muy desbordado ante él, supondría un acompañamiento peligroso y algo contaminado.
En cuanto a establecer un contrato terapéutico y muy preciso con el cliente, no parece muy necesario ya que, en Gestalt no se sabe a priori las cuestiones que irán apareciendo por el camino y por lo tanto, a donde llegaremos.
El cuerpo y las emociones en Gestalt
La Gestalt muchas veces considerada una terapia psicocorporal, no es exclusivamente corporal, ya que para ello existen terapias como la bioenergética. El componente verbal está muy presente y además algunos terapeutas lo usan preferentemente al cuerpo.
Sin embargo es cierto, que la vivencia corporal tiene un lugar privilegiado en Gestalt. Todo pequeño gesto, postura o movimiento es tomado como una necesidad de comunicación y es éste síntoma el que se intenta amplificar con el fin de darle “voz” al cuerpo. El terapeuta de Gestalt no se para tanto a buscar una explicación que lo único que haría sería mantenerlo sino que trata de que el cliente lo sienta, lo verbalice haciéndolo así más explícito para llegar poco a poco a una toma de conciencia. Esta toma de conciencia será sobre actitudes antiguas o sobre comportamientos actuales, y todo acompañado generalmente de manifestaciones emocionales.
Se aclara que la emoción es un modo de comunicación que no se puede al igual que el cuerpo ser tratado a través del lenguaje.

En relación con la emoción y el cuerpo, es importante destacar que en nuestra cultura, sus respectivas expresiones están recortadas, muy limitadas y filtradas por lo que se puede y debe expresar. Por ejemplo las lágrimas parecen encontrarse reservadas para la tristeza que para la alegría o el entusiasmo.
El objetivo de la Gestalt no es dominar las emociones sino más bien como dice Ginger modularlas para que no lleguen a desbordarse o a desaparecer simplemente. Y esto se logra mediante la estimulación de cualquier forma de emoción, señalándola en el momento adecuado, reconociéndola y
aceptándola. El terapeuta acompaña al cliente en este camino de conocimiento y amor a sus propias emociones.
Si por el contrario se inhiben las emociones o la acción puede dar lugar a enfermedades psicosomáticas y problemas sociales.
La manera de trabajar las emociones desde la Gestalt es como se viene comentando a través de la amplificación de la postura y los gestos y la puesta en acción de situaciones que el cliente verbaliza. Se trataría de un camino por tanto del cuerpo a la palabra, y de la palabra al cuerpo.
Este trabajo se trabaja de manera más amplia en grupo con ejercicios y juegos que de de manera individual que resulta algo más limitado. Además cuando el trabajo es dual, sólo con el terapeuta se usa un cojín u otro objeto transaccional que le permite a la persona llegar hasta el final de la experiencia emocional.
También es usado el masaje sensitivo euforizante por el cuál se trabaja la integración del esquema corporal, el darse cuenta corporal, el ciclo de contacto-retirada entre otras cosas.
En Gestalt se trabaja tanto a nivel verbal como corporal, ya que parece que una toma de conciencia sin movilización corporal o una catarsis emocional sin una puesta en palabras de lo ocurrido no tienen un efecto rápido y a la vez duradero, como la combinación de ambos.
Lo imaginario en Gestalt
En Gestalt está autorizado un ir y venir continuo de lo real a lo imaginario. Es un paso de lo real en el aquí y el ahora y la fantasía del cliente intentando encontrar las uniones de ésta con la realidad. El terapeuta se encarga de acompañar a la persona en su viaje imaginario, y además está pendiente de que tenga siempre contacto y toma de conciencia con el suelo, la realidad. Por ejemplo en Gestalt se trabaja con el sueño, al que Perls consideraba un camino real. Desde esta terapia no se interpretan los sueños como en el psicoanálisis sino que se trata de vivir el sueño como si se produjera en la actualidad y además se identifique con cada uno de los elementos del sueño y los haga hablar.
Todo el mundo sueña, más o menos unos 100 minutos al día y parece más importante que el sueño profundo para la supervivencia humana. El soñar tiene muchas funciones como fijar nuestros recuerdos, revisar nuestros aprendizajes etc. Parece que se encarga de la memoria individual, y según comente Ginger de la memoria colectiva.
El sueño dura un 20% del tiempo total de sueño, aunque puede variar según la edad, o por ejemplo la mujer embarazada que dobla su porcentaje de sueño para acompañar al feto y además en el periodo de lactancia.
También hay n aumento de tiempo de sueño en la mujer a la mitad del ciclo ovárico, justo cuando se encuentra el pico de secreción de testosterona. Parece que cualquier sueño va acompañado de una excitación genital y se ha observado que la privación de sueño provoca hipersexualidad o delirio paranoide sexual. Por lo tanto parece que el sueño puede constituir una manera de canalizar estas necesidades instintivas.

Aunque la función terapéutica del sueño es más bien ir eliminando tensiones del día, regulando las tensiones psicoafectivas internas. Es por eso que los sueños repetitivos tienen una función de atenuar la lo afectivo de la huella de memoria de una situación estresante. Es por eso que el sueño en Gestalt se trata de revivir para terminarlo, para acabar con esa tensión psíquica.
El trabajo del sueño se realiza en 4 etapas posibles, que son el sueño mismo, su recuerdo, su comprensión simbólica y su continuación o terminación.
También siguiendo con lo imaginario en Gestalt se puede trabajar eligiendo un objeto que apoye la experiencia vivida y describirlo en tercera persona, luego pasar a dirigirse a é en segunda persona y después acabar con la identificación con el objeto y de esta manera hablar en primera persona. De esta manera se proyecta en un objeto nuestros deseos, necesidades que se vuelven más tangibles y accesibles a ser reorganizados.
Todas estas técnicas expuestas tienen como objetivo dar palabra al inconsciente. Ya que éste es atemporal, no reconoce la negación, tiene un lenguaje simbólico, metafórico e infantil. El terapeuta por tanto acompaña al cliente en su exploración del inconsciente, y poco importa que lo entienda todo, ya que lo importante es que el cliente beneficie de mi luz, de mis gafas para ver y de mi contención para ir descubriendo.
Y para concluir, mencionar que la mayoría del trabajo gestáltico es en lo imaginario, el sueño etc., ya que es en esa escena interior donde encontramos las emociones, los sentimientos, mis fantasías temidas o mis recuerdos.
Resumen de los capítulos 9, 10, 11 y 13 del libro de Ginger «La Gestalt: una terapia de contacto».
Por: Yolanda Jiménez