Cuando el no ser queda en suspenso
se abre la vida ese paréntesis
con un vagido universal de hambre
somos hambrientos desde el vamos
y lo seremos hasta el vámonos
después de mucho descubrir
y brevemente amar y acostumbrarnos
a la fallida eternidad
la vida se clausura en vida
la vida ese paréntesis
también se cierra incurre
en un vagido universal
el último
y entonces sólo entonces
el no ser sigue para siempre
La vida ese paréntesis.
*Mario Benedetti.
«Amanecer». Yolanda Jiménez
Cada vez que te vayas de vos mismo, no destruyas la vía de regreso.
Cuando las personas han experimentado un gran dolor ya no necesitan tanto la coraza del yo para defenderse. ¿Para qué, si ya fueron heridas? Pueden quitarse la armadura y convertirse en personas más abiertas, confiadas y confiables para los demás. De manera que en las heridas asumidas radica la posibilidad de soltar las corazas que se mostraron inútiles y volvernos desnudos y abiertos de nuevo, como niños vibrantes con la vida. Cuando el pequeño yo, no logra gobernar su pequeña nave y se rinde, recibe el regalo de un dicha desconocida.
No hay resquicio de mí que no sea tuyo.
Ni hay un palmo de ti que me sea ajeno.
Porque tú y yo somos una misma esencia,
con distinta manifestación y estado,
con distinta vibración y nota.
Una misma gota de agua
habitando simultánea en dos mares.
Somos una misma música
interpretada en distintos instrumentos.
Una misma pincelada
expresada con distintas manos.
Tu llanto brota en mis ojos
tanto como mi risa nace en tu garganta.
No necesito tenerte porque te soy.
No precisas poseerme porque ya me eres.
Sé que tú eres como eres
porque te necesito así
para que el juego de mi alma prosiga.
Sé que me necesitas tal como soy
para colaborarte en el camino
de cumplimiento de tu misión vital.
¿Que es sexualidad?… o acaso cabría preguntarse ¿qué no es sexualidad?. Un abanico de posibilidades, desde lo más tangible, hasta lo más íntimo que nos conforma como los seres que somos. Más o menos explícita, la sexualidad, está presente en todos los ámbitos de nuestra vida, como la fuerza vital de la existencia. Más allá del instinto que acompaña el impulso sexual, existe una grandeza de manifestaciones: en el Arte, la gastronomía, la identidad personal, la Sociología, la Espiritualidad, etc. En la cotidianidad del día a día, en cada gesto, en cada acción.
Desde la Terapia Gestalt se plantea un abordaje integral. Comparto aquí una entrevista en la radio, en la que hablosobre sexualidad, sensualidad, cuerpo, Gestalt y más, en el programa «Sexo nómada»:
La palabra solsticio quiere decir “el sol se para”. Los solsticios son una pausa, una oportunidad para reflexionar, evaluar y ver donde queremos ir. Son un momento para expresar nuestros deseos e intenciones, asimilar nuestros aprendizajes, y sentir nuestra conexión con el ciclo de la tierra y el sol.
El Solsticio de Verano, el día más largo del año, ilumina todo nuestro potencial y singularidad, y nuestra capacidad de amar y conectar en comunidad. El Solsticio de Invierno, en cambio, la noche más larga del año, nos recuerda que de la oscuridad nace lo nuevo, y que un periodo de descanso y renovación es esencial en el ciclo de la vida.
Tanto los solsticios como los equinoccios son una oportunidad potente para unir nuestros ciclos interiores con los ciclos exteriores, y así fortalecer nuestro camino en la vida. Cuando creamos un momento de pausa alrededor de los solsticios (y los equinoccios), y somos conscientes de lo que estamos dejando atrás y hacia donde queremos ir, ¡nos abrimos a que ocurran cosas mágicas en nuestra vida! “Mágia” en el sentido que le da Starhawk: “el arte de cambiar la conciencia a voluntad”.
Justamente con esta intención, comparto aquí cuatro preguntas sencillas son de gran ayuda para poner consciencia a nuestra vida estos momentos iniciáticos en la rueda del año y conectar con la fuerza y dirección que nos aportan, inspiradas en el trabajo de Christine Arylo y Amy Ahlers:
* ¿Cuáles han sido mis logros y sorpresas en esta primavera/otoño?
Tómate una pausa para darte cuenta de lo que has compartido de ti con el mundo en los últimos tres meses. Celebra tus esfuerzos, éxitos y logros, los grandes y los muy pequeños. ¿Qué te ha sorprendido? ¿Qué has recibido? ¿Qué quieres agradecer?
* ¿Qué quiero dejar ir, antes de pasar al verano/invierno?
No hace falta llevar contigo exceso de equipaje – patrones, hábitos, situaciones, relaciones- hacia esta nueva estación. Tómate una pausa para soltar lo que ya no necesitas – emocionalmente, físicamente y mentalmente. Usa los elementos de agua o fuego para dejar ir con amor lo que ya no te sirve.
* ¿Qué sabiduría quiero anclar en mí?
Cada estación, con su energía, cualidades y experiencias diferentes, trae sus aprendizajes. Tómate una pausa para reconocer las perlas de sabiduría que has encontrado en esta estación, date un tiempo para integrarlas conscientemente y así llevarlas contigo hacía la que está por llegar.
* ¿A que me abro para esta nueva estación?
Los solsticios son un momento perfecto para hacer una pausa y escuchar lo que está por llegar. Ábrete a recibir cosas nuevas y a plantar las semillas simbólicas de lo que quieres gestar y que florezca y de fruto, en su tiempo. ¿Qué quieres ofrecer de ti al mundo en los tres meses que vienen?
A partir de ahora, la tierra se mueve en un ciclo diferente. O bién la luz vuelve y poquito a poquito los días serán cada vez más largos, una época para encontrar y expresar nuestra propia identidad. O empieza a disminuir la luz, y transitaremos del momento de máxima expansión a progresivamente ir más hacia dentro.
¡Feliz solsticio!
Fuente: mujerciclica.com
Referencias:
Glennie Kindred, The Earths Cycle of Celebration, Permanent Publications
Sea amable y será más feliz. Repita “todo irá bien” y tendrá más posibilidades de que las cosas vayan bien. Mantenga su discurso enfrascado en aquello de “esto no tiene solución” y jamás la encontrará.
Puede sonar a optimismo barato o a manual de autoayuda, pero la neurolingüística es una disciplina centenaria que no solo ha dedicado sus esfuerzos al estudio de la producción del lenguaje desde el cerebro, también a la influencia que la palabra ejerce sobre la mente. Como defendía el psicólogo ruso Lev Vygotsky en la primera mitad del siglo XX, todas las funciones mentales –pero sobre todo el lenguaje– tienen una dimensión interna, mental o computacional, que puede y debe ser estudiada científicamente.
Pensamiento y palabra son dos conceptos íntimamente unidos. Si tienen o no el mismo origen genético, o si se desarrollan de una forma más o menos independiente, todavía hoy resulta motivo de debate. Las hipótesis coinciden en que, al menos, siguen un proceso de continua influencia recíproca.
lo que hablamos influye, modifica e incluso corrige lo que pensamos
Este binomio se concibe de manera habitual colocando antes al pensamiento y después a la palabra, como su expresión: “Decimos lo que pensamos”. Invertir los términos –decir y después pensar– puede sonar a acto irreflexivo, a que “no se debe decir todo lo que se piensa” y se debe pensar todo lo que se dice, ya que puede resultar inconveniente decir lo que se piensa en según qué contexto. Lo que hablamos influye, modifica e incluso corrige lo que pensamos. A nivel cognitivo, buena parte de lo que se dice acaba siendo lo que se piensa.
La influencia que la palabra ejerce sobre el pensamiento puede comprenderse de manera intuitiva mediante la observación del efecto mantra. Una práctica que se ha empleado tradicionalmente con diferentes objetivos. La repetición constante de una misma palabra –o una serie corta de palabras– es un método eficaz para desconectar del medio, para relajarse, para evadirse. En estudios sobre la técnica de neuroimagen se ha comprobado que este acto repetitivo produce una desactivación del córtex cerebral: repetir constantemente una palabra ayuda a “dejar de pensar”. O, al menos, a desconectar del pensamiento consciente.
La capacidad de la palabra para comunicar emociones positivas no se limita al uso que de ellas hacemos para brindar apoyo a un amigo en situaciones difíciles. Podemos alentarnos a nosotros mismos utilizando las palabras adecuadas, del mismo modo que el uso derrotista del lenguaje puede bloquearnos a la hora de afrontar la resolución de un problema.
En el conocido como Informe monja –una serie de estudios sobre la vejez llevados a cabo por el grupo de trabajo del doctor Snowdon, experto en alzhéimer, con 678 monjas de la Escuela de las Hermanas de Notre Dame– se valoraba el uso del lenguaje positivo como uno de los factores que influyen en la salud cerebral.
ilustración de mikel jaso
En condiciones normales, los vocablos alarmantes se convierten en aliados. Tras escuchar la palabra “peligro” nos colocaremos en estado de alerta, atenderemos al riesgo hasta detectarlo y seremos menos vulnerables. Para que una expresión alarmante sea verdaderamente útil en la prevención del riesgo, antes tendrá que haber sido automatizada. El organismo tiene la capacidad de automatizar gran cantidad de información, mientras que los pensamientos instantáneos se generan en gran medida a través de la repetición de lo que nos decimos. Cuando los pensamientos se convierten en automáticos dejan de ser conscientes, sobrepasan la reflexión. La capacidad de automatizar carece en sí misma de criterios para reconocer si esta beneficia o no, y algo tan cotidiano como la palabra resulta un blanco fácil para los automatismos.
El uso del lenguaje en la vida cotidiana está sembrado de trampas de las que no somos conscientes y que determinan de manera inefable cómo sentimos y cómo nos sentimos. Quien se repite a sí mismo constantemente que es un desgraciado se siente desgraciado. Pensar “todo me sale mal” general malestar. Cada vez que se dice “todo me sale mal” o “siempre me pasa lo mismo” habría que plantearse el significado de las palabras “todo” y “siempre” para calibrar si realmente es así. Y sin embargo resulta frecuente la tendencia a la generalización y a la dicotomía, sin percatarnos de algo importante: si estas generalizaciones se convierten en pensamientos automáticos, se estrechará nuestra forma de percibir nuestra situación y nuestro entorno.
Se puede reeducar la manera de hablar. Se puede y se debe, si efectivamente se habla mal. Esto será la prioridad: observar cuál es nuestro estilo de comunicación, tomar conciencia de cómo es nuestro lenguaje y de los automatismos que hemos ido generando. Debemos identificar nuestras palabras trampa y nuestras aliadas, ya que no a todos nos sirven las mismas. Una vez identificados estos vocablos, debemos entrenar el lenguaje repitiendo palabras aliadas y evitando repetir las que son nocivas. A través de la repetición conseguiremos nuevos automatismos expresivos que generarán cambios en nuestra manera de pensar y de sentir; elementos indispensables para autorregularnos y aprender a dirigir más conscientemente nuestro comportamiento, sin rendirnos antes de sopesar las verdaderas expectativas de triunfo o fracaso. Cuando hablamos le estamos diciendo a nuestro organismo lo que tiene que sentir, estamos dándole instrucciones, estamos generando emociones.
¿Como te sientes?…Nos pasamos la vida entera tratando de llenar desesperadamente un vacío interno que nunca conseguimos llenar. Un vacío que va más allá de tener “una pareja que me quiera”, “una casa nueva”, “un coche grande”, “un trabajo que me gusta”, “una biblioteca llena de libros” o “más de tres mil amigos en Facebook”.
Seguimos buscando fuera, el alimento que no conseguimos darnos a nosotros mismos. Y por eso llenamos nuestras agendas de actividades…y llenamos nuestro estómago de comida y bebida, nuestra cocina de utensilios varios, nuestros móviles de aplicaciones, el fin de semana de citas, nuestra maleta de ropa y cachivaches, nuestro curriculum de experiencias, nuestros pulmones de tabaco…nos llenamos una y otra vez para no sentirnos vacíos.
Y en el momento en que empezamos a atisbar ese vacío, volvemos a salir al mundo a llenarlo, o a permanecer en casa también llenándolo.
Hay quien llena su vacío con actividades “más saludables” (gimnasio, danzas terapeúticas, cine de autor, libros, música, paseos por el monte, amigos…) y quienes optan por algo “más tóxico” (bebidas espirituosas, drogas, glucosa, televisión, relaciones conflictivas…). En cualquier caso seguimos llenando inconscientemente “no sabemos qué” pero algo que incomoda, un vacío con el que no conseguimos estar, que nos queremos quitar de en medio, que llevamos pegado desde que éramos niños y que resulta ser un agujero insaciable.
No es fácil estar en el vacío, no es fácil sentir el vacío interno y no querer salir corriendo. En realidad, nadie nos enseñó a estar con nosotros mismos y a querernos sin nada más (vacíos). Por eso buscamos llenarnos con todo lo de fuera (incluyendo el reconocimiento y la mirada del otro) y nos empeñamos más en hacer que en ser, en demostrar que en liberarnos, en asegurar que en soltar.
Nadie nos dijo que este vacío podría traernos dicha. Que este vacío es el principio de todo, que es un vacío lleno de confianza, de amor, de verdad. Frtiz Perls decía que la Terapia Gestalt es la transformación del vacío estéril al vacío fértil. Y este es el fin del trabajo terapéutico, poderte vaciar de lo conocido, despojarnos de todas la mochilas que cargamos, de los patrones aprendidos, de los condicionamientos y des-identificarnos para que desde ahí surja una visión nueva y que de lugar a la creatividad.
El éxito de Facebook es evidente pero, desde cierto punto de vista, podría parecer inexplicable. Si se le considera en términos simples, la presencia de Facebook en nuestra cotidianidad es superflua. Quien lo dude, piense: ¿cuánto de lo que se obtiene durante el tiempo que usamos Facebook es prescindible en nuestra vida? La fotografía de un amigo que está de vacaciones, el desayuno de un compañero de oficina, los memes que todo mundo comparte… ¿Qué de todo eso es necesario en nuestra vida?
Lo paradójico es que aun si nos damos cuenta de que Facebook es prescindible, no podemos privarnos de su uso. ¿Por qué?
Una posible respuesta a esa pregunta fue propuesta por Zygmunt Bauman, el eminente sociólogo de origen polaco fallecido a inicios del 2017 y que, al final de su trayectoria, prestó atención al fenómeno de las redes sociales.
En esta entrevista que dio a la cadena española La Sexta, Bauman define con brevedad y lucidez el hueco que Facebook vino a llenar en nuestra vida cotidiana, de donde está anclado con suficiente firmeza.
El argumento de Bauman es potente:
[Zuckerberg] descubrió o intuyó, no sé cómo pasó, no soy su biógrafo, de algún modo llegó a la conclusión de que la mayoría de nosotros en el mundo contemporáneo tenemos miedo de ser abandonados, de quedarnos solos, de perder el contacto con la vida que nos rodea…
El sociólogo señala una posible razón del éxito de Facebook –pero en especial de por qué, como si se tratase de una adicción, no podemos dejarlo.
Supondría un espejismo inocente pensar que la enfermedad, la muerte, la decadencia y otros hechos dolientes deban desterrarse del flujo de la vida para que resulte gozosa. Es más, ¿no serán precisamente estos hechos penosos los que conceden a la vida su sentido, el arco de vuelta que sostiene la vida como viaje con inicio, proceso y fin? La respuesta, claro, es sí: sólo la muerte apoya la vida, el quebranto sostiene a la dicha y la completa, mientras que la vejez es el retrato futuro en el que se enmarca la juventud.
No podemos hacer una elección parcial, no podemos decir quiero la juventud pero no la vejez, quiero la salud pero no la enfermedad. No es posible y no se trata de eso. Se trata de tomar entera la vida con todos sus rostros, pues los hechos se dan en igual medida en todas direcciones: nacemos igual que morimos, en un tránsito imparable donde la creación precede y sigue a la destrucción.
Texto extraído del libro «Vivir en el Alma». Joan Garriga