«Mi entorno ahora presenta una frecuencia importante de personas que están o han llevado a cabo procesos de separación»
Sobre procesos de separación. «Lo que quise decir».Comparto una bellísima carta incluida en el artículo del periodista, escritor y amigo, Juan Peláez:
En una entrada anterior reflejaba el trabajo que realizó Bronnie Ware con con personas moribundas. Uno de los cinco arrepentimientos más frecuentes era el de no haber expresado los sentimientos a las personas queridas.
Mi entorno ahora presenta una frecuencias importante de personas que están o han llevado a cabo procesos de separación. Esto me llevó a publicar un artículo sobre el tema. «Dejar ir el amor para que crezca.»
Uno de esos hermanos en el sufrimiento que suponen estos procesos me ha remitido una texto. Me ha parecido bello publicarlo y él me lo ha permitido.
Aborda todo aquello que quería decirle de positivo a su pareja y no pudo. Los terapeutas o facilitadores utilizamos diferentes técnicas para poder llevar a cabo estas acciones de sentimientos o pensamientos que no han podido ser comunicados. Uno es una carta dirigida a esa persona, otra es las sillas vacías. Sitúas una silla delante de ti, te colocas en la de enfrente y hablas como si estuviera alli con ese ser al que no pudiste expresarle aquello que querías. En los duelos incompletos que se han producido durante todo este periodo tan complejo de la pandemia, ha ayudado a muchas personas. Tengamos en cuenta que, al menos en Madrid fue frecuente, con el aislamiento al que se sometió a los mayores encerrados a la fuerza en residencias.
La carta es la siguiente.

«En la melancolía de la distancia con millones de segundos luz, una rotonda flota. Un círculo de oro y de noche llena de cascabeles y brillos el ojo común de cíclope. El órgano común del gigante de amor que crece instantáneo entre los dos. Allí el primer beso. Desde allá, días y almas ahítos de aguas fuego. Comidas rebosantes de cariños con maridajes de cuidado. Chimeneas de brasas y cuentos de hadas, amores, bosques y ninfas de lagos y manantiales.
Y las noches. Los nocturnos melodiosos saturados de tus caricias a las cicatrices de mi leyenda vital. Dedos, serpientes de sabiduría y luz que recorrían cada una de las costuras. Cargados al principio del recelo de posibles dolores, luego deslizando sanación de piel e historias. La magia de la aceptación de un cuerpo en el mío.
Italia y sus plazas, bajo la danza de pies rondones y dicharacheros que contaban historias con risas incrustadas. Tangos tras ver como los vestidos se deslizaban por tu cuerpo en las intimidades de habitaciones santuario común y secretas. El placer escondido de conocer lo oculto, las prendas tras faldas y vestidos.
Luego despertares. Ojos llamando al día, a la existencia, pasión, brillo y ganas de expandir. Y regalo, otro más. Tu regalo, de cuerpos de estrellas, torrentes de jabones adheridos, aguas acaloradas, simetrías y contrarios de las duchas. Y los cuerpos ¿de quien? ¿los tuyos en el mío, los míos en el tuyo? Energías, formas, sentires que el director de esa orquesta del universo era incapaz de controlar. Los tiempos se desbordaban. Saltaban las escalas, hasta que el jefe de toda aquella sinfonía, tiraba su varita y nos dejaba en nuestras improvisaciones incapaz de manejarlas.
También hubo seriedades. Las que tratan de tiznar el alma. Las que afilaban nuestros ingenios conjuntos a la búsqueda de soluciones. Y llegaban unas veces las correctas, otras las adecuadas, siempre las que nos hacían evolucionar y aprender.
Eramos buenos aprendices del discurrir de la existencia, entre tangos improvisados en las esquinas de los pesares. Melodías que con nuestros arcos acompasábamos en las cuerdas de los instrumentos. Y así, nota a nota, seguíamos indagando en las tierras del descubrimiento. La labor del explorador eterno. Del paseante nocturno a la búsqueda de trinos, de pájaros, de huir de vigilancias y ojos inquisidores.
Por todo, por todos, por el universo todo, las gracias y el recuerdo que restará sin caras ni formas. Solo los sentires perdurarán pegados al tiempode tangos, duchas, Italias y rotondas de besos.
Como dice un amigo: honrar lo vivido, reconocer aprendizajes, compartir aquello que se consigue, expresar la belleza a la búsqueda de proyectos en común, del reconocimiento de la luz que cada uno tiene a pesar de las tristezas, del cuidado para cuidar , de los viajes a destinos del interior del corazón para llegar llenos al fin de la existencia el amor dado y recibido.

Texto y fotografias: Juan Peláez Gomez.