Enamorarse es el más elevado acto de revolución, de resistencia a la tediosa rutina, a la restricción social y al estrangulamiento cultural de este mundo de hoy desprovisto de humanidad.

El amor transforma el mundo. Cuando el amante antes sentía aburrimiento, ahora siente pasión. Donde una vez fue complaciente, ahora se excita y se reafirma. El mundo que algua vez pareció vacío y aburrido, ahora se llena de significado, repleto de riesgos y de beneficios. La vida para el amante es un regalo, una aventura con las apuestas más altas posibles; cada momento es memorable, desgarrador en su belleza efímera. Cuando se enamora, la persona que una vez se sintió desorientada, alienada y confundida, sabrá exactamente lo que quiere. De repente su existencia tendrá sentido para ella; de repente su vida se convierte en valiosa, incluso gloriosa y noble. Quemar la pasión es un antídoto que curará los peores casos de desesperación y de obediencia resignada.

El amor hace posible que las personas se conecten a los demás de una manera significativa. El amor nos impulsa a salir de nuestros refugios, a juntarnos y arriesgarnos a ser honestos y espontáneos, a conocernos unos a otros de manera profunda. El amor hace que sea posible que nos preocupemos por los demás genuinamente, y no por miedo a los castigos de las doctrinas religiosas o la moral imperante. Pero, al mismo tiempo, el amante se desengancha de las rutinas de la vida cotidiana que la separa de otros seres humanos. La persona que ama comienza a sentire a un millón de kilómetros de distancia de la masa uniforme de la humanidad, sintiendo que vive en un mundo totalmente diferente al de dicha masa.

En este sentido el amor es subversivo, ya que representa una amenaza para el orden establecido de nuestra vida moderna. Los rituales aburridos de productividad mecánica, la jornada laboral y los roles sociales asumidos, dejan de tener sentido para la persona que está enamorada, pues hay fuerzas que la guían mucho más importantes que la simple inercia y la deferencia a la tradición. Las estrategias de marketing basadas en la apatía y la inseguridad no tendrán ningún efecto sobre él. De la misma forma que tampoco captará su interés el entretenimiento diseñado para el consumo pasivo que depende del agotamiento del espectador. Sólo esto ya produce una inversión en ciertas tendencias improductivas del consumo.

Del mismo modo, el amor es una amenaza para nuestro sistema político, porque es muy difícil convencer a una persona que está viviendo algo tan intenso y palpable en sus relaciones personales de que deba ponerse a disposición de una abstracción como el estado, e incluso convencerla para entender que  deba pagar siquiera impuestos.Ratto-di-Proserpina-grande En realidad, el amor se plantea como una seria amenaza para cualquier tipo de cultura, ya que el valor que nos infunde no nos permitirá detenernos ante ninguna tradición o costumbre que sean irrelevantes para los sentimientos que nos guíen.

El amor incluso plantea una amenaza para la propia sociedad. Por eso el amor apasionado es frecuentemente ignorado y ridiculizado, porque en el fondo es temido por aquellos cómodamente beneficiarios de una forzosa y artificiosa estabilidad. Por contra, el verdadero amor se muestra irresponsable, incontenible, rebelde, atrevido y peligroso no sólo para el amante sino también para todos a su alrededor. Pues el amor sólo sirve a un maestro: a la pasión que hace que el corazón lata más rápido. Y cualquier otra cosa es desdeñada, ya sea la propia conservación, la obediencia, o la vergüenza. El amor insta a hombres y mujeres al heroísmo. Gran parte de la historia ha sido escrita a través de actos heróicos nacidos de una gran pasión.

El amante habla un lenguaje moral y emocional muy diferente al de las personas acomodadas y aburguesadas. El hombre medio burgués ya no siente deseos abrumadores y ardientes. Por desgracia, bajo una desesperación silenciosa, la vida burguesa se mantiene bajo la constante persecución de unas metas que su familia, sus educadores, sus jefes, su nación y su cultura han establecido previamente para ella, sin necesidad de considerar lo que pudiera anhelar o necesitar.solitario Sin un fuego ardiente de deseo que sirva de guía, la persona acomodada no puede disponer del criterio y el arrojo necesarios para elegir lo que es correcto e incorrecto para sí misma. En consecuencia, se ve obligada a adoptar algún dogma o doctrina que la dirija a través de su vida. Y, aunque hay una amplia variedad de moralidades para elegir en el mercado de las ideas predefinidas, la que finalmente escoja acabará siendo irrelevante, pues le perpetuará en el abandono de sí misma y mermará la confianza en su capacidad para conocer lo que debe hacer con su propia vida hasta anularla. ¿Cuántos hombres y mujeres, sin haberse planteado alguna vez siquiera que tienen la opción de elegir su propio destino, deambulan por la vida sin saber muy bien por qué, y de conformidad con inamovibles leyes, simplemente porque ya no son capaces tampoco de imaginar otra forma de hacer las cosas? La persona que ama no necesitan principios prefabricados que dirijan su vida; sus deseos bastan para identificar lo que es bueno y malo para ella. Su propio corazón es quien le guía a través de la vida. Ella es capaz de extraer la belleza y el significado del mundo, y por tanto no tiene ninguna necesidad de dogmas, ni de sistemas morales, ni de mandamientos e imperativos, pues ella sabe qué hacer bien sin instrucciones.

¿Se ve clara ahora la amenaza que para algunos supone? ¿Qué pasaría si repentinamente todo el mundo decidiera el bien y el mal por sí mismos, sin ninguna consideración por la moral convencional?12039650_938579262883998_5043680665269897971_n ¿Qué pasaría si todos hicieran lo que quisieran, con el coraje y la responsabilidad de enfrentar las consecuencias? ¿Qué pasaría si todos tuvieran más miedo a llevar una vida monótona y sin amor que una vida en la que poder asumir riesgos con los que poder perder pero también obtener grandes recompensas? ¿Qué pasaría si todo el mundo dejase a un lado de repente su “sentido común” y sus obligaciones, y se atreviese a perseguir sus sueños más salvajes viviendo cada día como si fuera el último? ¡Piensa qué lugar podría llegar a ser el mundo! Ciertamente sería muy distinto de lo que es ahora. Y es precisamente a esa idea la que esa otra gente de la “corriente principal”, los guardianes y víctimas del status quo, tanto miedo le tienen.

Todo esto es por lo que el auténtico amor apasionado se acaba desaconsejando en nuestra cultura. Dejarse llevar por las emociones está mal visto. Y, en lugar de ser alentados a tener el valor de enfrentar las consecuencias de los riesgos asumidos en la búsqueda de los deseos de nuestros corazones, lo que se nos aconseja es no tomar riesgos en absoluto, y a eso le llaman ser “responsable”. Así es como el amor empieza a estar regulado. Los hombres no deben caer en el amor con otros hombres, ni las mujeres con otras mujeres, ni las personas de diferentes orígenes étnicos entre sí, no vayan a verse comprometidos los principios intolerantes de la cultura que impera.bansky_beso_policias_gays Los hombres y las mujeres que ya hayan asumido entre sí un contrato legal o religioso tampoco deberán enamorarse de alguna otra persona, incluso aunque ya no sientan ninguna pasión por su cónyuge. El amor, tal y como se nos dice que ha de ser, está cuidadosamente prescrito de antemano, y así hay que asumirlo. El amor deberá limitarse a ser aquello que ocurre en las noches de los fines de semana en una sala de cine o en algún restaurante caro. En un “amor” así de regulado, relegado al ámbito comercial, no hay cabida para la pasión ni para el amor ardiente que consume el amante genuino. Estas restricciones, expectativas y regulaciones asfixian el amor verdadero; pues el amor es como esa flor silvestre que nunca puede crecer dentro de los confines preparados para ello, pero que puede aparecer donde menos se lo espera.

Debemos resistir ante todas estas restricciones culturales diseñadas para paralizar y ahogar nuestros deseos. Porque es el amor lo que da sentido genuino a nuestra existencia, y su deseo el que nos facilita encontrar un propósito en nuestras vidas. Sin ellos, sin tener esa seguridad para determinar cómo vivir nuestra vida, sólo nos queda someternos a alguna autoridad, o algún dios, maestro o doctrina que nos dirá lo que hacer y cómo hacerlo. De la misma forma, sería ridículo pedir a otras personas que se enamoren, ya que no se trata de una opción que se pueda hacer conscientemente. Las emociones no siguen las instrucciones de la mente racional.amantes Pero el ambiente en el que se desarrollan nuestras vidas sí que tiene una gran influencia en nuestras emociones, y sí que podemos tomar decisiones racionales que afecten al entorno. Así pues, debería ser posible transformar un ambiente que en un principio es hostil al amor en otro ambiente que lo fomente. Nuestra tarea, por tanto, debería centrarse en el diseño de un entorno que propicie que las personas puedan enamorarse y, por lo tanto, sean también capaces de encontrar significado y felicidad en sus vidas.

¿Qué pasaría si repentinamente todo el mundo decidiera el bien y el mal por sí mismos, sin ninguna consideración por la moral convencional? ¿Qué pasaría si todos hicieran lo que quisieran, con el coraje y la responsabilidad de enfrentar las consecuencias? ¿Qué pasaría si todos tuvieran más miedo a llevar una vida monótona y sin amor que una vida en la que poder asumir riesgos con los que poder perder pero también obtener grandes recompensas? ¿Qué pasaría si todo el mundo dejase a un lado de repente su “sentido común” y sus obligaciones, y se atreviese a perseguir sus sueños más salvajes viviendo cada día como si fuera el último?

¡Piensa qué lugar podría llegar a ser el mundo!

 

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Este texto es una traducción libre de un extracto del libro:
“Days of War, Nights of Love” publicado por Crimethink.

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Publicado en:  http://www.blackblog.es