Llega el tiempo, decías cada marzo
cuando volvías a abrir la casa tras el invierno.
Llega el tiempo, decías,
para preparar la tierra,
para sembrar el huerto.
Los fréjoles por San Isidro,
las patatas, en abril,
los ajos en el menguante de diciembre,
el trigo, la cebada, el centeno, en octubre,
las calabazas en mayo.
Llega el tiempo, ese tiempo
mesetario, de veranos escasos
con madrugadas de rocío,
con inviernos de 10 meses y escarchas perennes.
Tiempo de heladas tardías
que queman los brotes en junio.
Llega el tiempo de andar el camino,
decías cada domingo por la tarde,
cuando nos despedías, repartiendo
embutidos, quesos, verduras, mantecados,
pan, perrunillas, higos, aceitunas, leche,
patatas, huevos, propinas, besos.
Todo te parecía poco para llenarnos las bolsas,
para asegurarte de que llenábamos nuestras despensas,
en nuestras cocinas de la ciudad.
Llega el tiempo de los días largos, de las noches cortas,
de las tormentas por San Juan,
de recoger el heno y picar el sol.
Tiempo de cosechar los ajos por San pedro
y de sacar las patatas por San Miguel.
Tiempo de preparar la estufa por Santa Teresa
y cocer castañas con anises por Los Santos.
Tiempo de tus recuerdos de infancia,
de la matanza por San Martín,
de las rosquillas por tu cumpleaños,
de tu aniversario de boda en marzo,
de veranos y nietos.
Tiempo de cuidarme en mis tiempos tristes.
Tiempo de hacer jabón, de coser,
del ganchillo, de tejer patucos.
del membrillo y del pisto.
Tiempo de impotencia.
Tiempo de médicos y hospitales.
Llega el tiempo, decías
con la sabiduría de tu semblante,
con el aplomo de tu voz,
con la fuerza de sostenerme.
Llega el tiempo.
Llegó el tiempo de tu viaje.
Llega el tiempo de tu ausencia,
Llega el tiempo.
Te echo de menos, amada MADRE.
©Yolanda Jiménez. 16 de mayo de 2021. Un mes desde tu marcha.