Crónica de un abandono. Reflexión y despliegue

Me pesa una sensación de pérdida, de abandono, de incomprensión, de que me quedo a medias, sin explicación. Algo me pasa con los abandonos de algunas personas que pasaron por mi vida y se marcharon. Un paso intenso, lento y una marcha rápida. Me quedé con la sensación de que no hubo cabida para resolver, para hablar y expresar, para la escucha, para la comprensión. Aquí hay algo sutil que me impide quedarme satisfecha.

Cuando alguien se marcha sin palabras, queda silencio e incertidumbre. Deseable haberlo trabajado de una forma más profunda. ¿Se puede evitar tanto dolor? Sentirse acusada, juzgada, ignorada. Sin espacio para expresarse. Sin ser tenida en cuenta. Roles fantasmas planean el espacio: un rol de miedo al vínculo provoca la huida del que se va; Un rol de miedo a la pérdida, la tortura del que se queda. Silencios y porqués. Sin miramientos. Oscuridad. Incomprensión. Abismo.

COLUMPIO CORAZON

Cuando el otro tiene dificultad para ser claro, puedo perderme en la ambigüedad. Es probable que el que se marcha se sienta ofendido, incluso dolido. Sin espacio para la expresión. La incomunicación alimenta la distancia.

¿Y yo?, ¿Dónde queda mi dolor?, ¿Qué hago con el?, ¿Qué puedo aprender?

 

Aquí hay dos procesos: estoy aquí implicada pero también para aprender, consciente de lo que pasa. Lo que acontece, acontece:

  • Hay un nivel: del hacer, lo que pasa.
  • Hay otro nivel: lo que hacemos.

 

Aquí ocurrió algo perturbador que es el foco, pero quizá no es para mí. El proceso necesita hacerse presente poco a poco. Cada uno ha de hacerse cargo de su dolor, como adulto.

Si la persona que se va, asume su responsabilidad, el poder y la decisión, todo va bien, Sino, no queda limpia la separación. Si el que se va, pone la responsabilidad fuera, en los otros, se dificulta la separación.

A veces la agresión viene por lo no dicho. Cuando me expreso exigiendo,  incluso de manera silenciosa, de forma evitativa, no dejando espacio al otro para que se exprese, estoy agrediendo.

También  puede ser lo evitado como seducción. En ambos casos, hay una doble manipulación expresada desde lo dicho y desde lo evitado. Hay una parte consciente y otra inconsciente.

  • “No me digas esto”: es una orden. Yo soy victima.
  • “A mi no me gusta eso que me dices”: es lo que me pasa a mi.

Si tu mandas o exiges al otro, estas agrediendo. Tú te sitúas en un nivel desigual al que me sitúas a mí y esto también es un fenómeno de campo. Me ves desde otra altura. Hay una perspectiva que te da poder.

Exigencia/culpa son dos extremos de la misma polaridad. Debajo de la exigencia hay una culpa, precisamente por no satisfacer las exigencias de todo el mundo.

Nadie que no este perseguido se convierte en perseguidor. Los roles se aprenden. La relación exigencia/culpa no te deja ser libre. Es un juego y en todos los juegos, los roles son intercambiables.

EL PASADO

Cuando no hay límites claros, hay sometimiento por ambas partes. Esto es el emergente (culpa, dominio, sometimiento). Recojo esto.

A una “buena victima” no le proponemos una salida. No es el dolor, es el poder lo que está pendiente, lo que esta en juego.

¿Qué tendría que ver el abandono con el dominio, la sumisión?

 

Yo soy libre de estar donde estoy. Y me merece la pena. Pago un peaje. Mientras estás (con alguien, o en algún sitio), te vale. En este sentido, es interesante explorar las polaridades propias.

Cuando estamos más expuestos, somos más fuertes, con más recursos para defendernos.

 

La perdida y el abandono que expresé  al principio del texto (no me siento recogida, me siento abandonada,) es el emergente. Tiene que ver con que hubo una marcha y con el conflicto triangular: Tú, yo, otras personas, grupo.

Aquí hay una relación de unidad. En el todo, hay una parte que no tenía su sitio y la integro. Si tengo angustia, puedo mirar: El cuerpo físico es como el campo social y como el campo “ello”. Es una cuestión de lo común universal.

Integramos la escucha. Si en un lugar integramos las partes,  la situación cobra sentido. No es aceptar, es lo que “es”. Darle un vistazo a todo lo que hay proporciona una perspectiva amplia.

Es importante evitar juicios. Es importante el respeto al misterio que hay detrás de cada opción.

 

Siento un profundo respeto hacia la elección del que se va. Me pregunto como me quedo yo. Intento sentirme y no hacer culpable al que se va. Pongo el acento en conectarme conmigo, con lo que  a mi me provoca esto. Aceptar que quien se va, lo hace a su manera, no según mis expectativas.

Con el duelo llega la aceptación. ¿Dónde quiero estar? No seré un obstáculo en el camino del otro. ¿Qué elijo para mi?, ¿Cuál es mi camino?

 

Yolanda Jiménez

 

 

 

 

 

 

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