Pasar por un grupo, comprometerse, compartir, relacionarse. Es un camino muy rico, lleno de matices, de caminos, de “darse cuenta”. Es un lugar donde experimentar, observar, observarse y crecer. Las interrelaciones abren un espacio para ser, para estar presente con conciencia… para crecer. Comparto unas reflexiones de Paco Peñarrubia sobre la experiencia grupal:
“El grupo te deshace para rehacerte, te propone morir para reencarnarte, te arroja a un laberinto lleno de duelos (lo viejo, lo obsoleto) de descubrimientos (nuevas actitudes, nuevas conductas)”El grupo es una purga contra el yo a favor del nosotros. Aporta un foco poderoso y contundente sobre la esencia de lo humano: la interrelación. Y al fin, nos salva con la misma medicina con que enfermamos: de aquella adaptación ciega al entorno familiar a esta otra adaptación flexible y consciente a lo cambiante de la situación, del mundo, de la vida…”
“Se entra en el grupo como se entra en religión o en el amor, como se entra en todo laberinto de conocimiento, es decir, con sed y con temblor. Y exige un peaje que cada quien tiene que negociar con su barquero, el cual le hará las perennes preguntas esenciales, ahora referidas a la experiencia inmediata: quién eres, qué buscas aquí, qué estas dispuesto a poner en juego, que tienes para dar a cambio de lo que obtengas…Entramos en territorio sagrado y conviene saberlo”